Londres y Gante: dos visiones de T. L. de Victoria, por Chema Morate
Londres y Gante: dos visiones de T. L. de Victoria
La conmemoración del IV Centenario de la muerte del músico abulense universal que fue y es Tomás Luis de Victoria, ha propiciado la recuperación de su no muy abundante repertorio, pero sí de alta calidad y dificultad interpretativa, exhibido en diferentes Ciclos y propiciado por distintas Administraciones e Instituciones.
Me atrevo a comentar dos, que han tenido efecto en Castilla y León a cargo de The Sixteen (18 en esta ocasión) con Harry Christophers director-fundador, y Collegium Vocale Gent con Philippe Herreweghe en identica condición. Los londinenses presentaron un sólido y bien estructurado programa mariano en 5 Catedrales: Zamora, Salamanca, Soria, Valladolid, Palencia y León, (les oí en la de Valladolid), de mano de Caja España-Duero; y los de Gante en el renacentista Patio de La Casa del Cordón (qué propio, pues allí se alojaron en ocasiones Carlos I y Felipe II) de Banca Cívica-Caja Burgos en su ciudad, con el testamento musical del compositor. Dos repertorios y dos sonidos diferentes en dos magníficas versiones.
Christophers construyó el victoriano homenaje a María en torno a la Missa “Alma Redemptoris Mater” a doble coro; como Canto de entrada, la Antífona 1 de 1as. Vísperas desde la Fiesta de la Trinidad al 9º sábado de Adviento, Salve Regina a 5, alternatim Gregoriano y polifonía, “sintiendo” el texto. Los 18 cantores, con capacidad de solistas individuales, están trabajados como coro de brillante empaste y precisión, de mano del barroco pero efectivo gesto de su Director, que lo plantea así por concepto: dinámica,articulación y retórica. Se inicia el Kyrie con Christe a 5 y Kyrie final en redondo y prolongado cierre silábico perfecto; sigue el Gloria con la entonación que ya suena a tal, que nos regala un hermosísimo trío en “Domine Deus, Agnus Dei, Filius Patris” y un gran movimiento interno desde “Quoniam” hasta el “Amén”.
Como Lecturas sitúa el bloque: Alma Redemptoris Mater a 5, ataques mágicos y retórico “surgere qui curat populo”; el Himno del Común de las Fiestas de Beata María Virgen (B.M.V.) Ave Maris Stella a 4 alternatim de Gregoriano con melismas unísonos total y un vital “Sit laus Deo Patri… Amén”; el Tracto del mismo Común Gaude, Maria Virgo a 4 también y de nuevo la Antífona 5 de Domingo y Completas de B.M.V., a la que parafrasea la Missa, Alma Redemptoris Mater a 8, con las 6 sopranos (3 en cada coro) lanzando las voces a la bóveda craneal.
Lugar para el Cántico en Tono solemne a B.M.V. en Domingo y Vísperas, Magnificat Octavi Toni, de nuevo alternatim desde la entonación, aprovechando el eco catedral como efecto, con gran retórica forte en “Fecit potentiam… dispersit superbos…” y conteniendo tempo para expresar gratitud en “Esurientes implevit bonis, et divites dimisit inanes” en bello juego silábico, culminando con solemnísimo “Sicut erat in principio…” hasta el “Amén” rematado con “moderna” ene final.
Bloque meditativo con el Himno sacro Congratulamini mihi a 6, para la Natividad de B.M.V. o para La Visitación, con tenidos de nota increíbles en este feliz sometimiento al Señor; la Antífona 4 del Común de las Fiestas de B.M.V. Sancta Maria, auténtica oración y la Antífona 3 de 2as. Vísperas de La Anunciación Ne timeas Maria, con interesante retórica en “altissimi”, ambas a 4. Y vuelta al Sanctus cum Benedictus de la Missa, a 8 y 5, respectivamente, despidiendo Liturgia y concierto con las Litaniae Beatae Mariae Virginis a doble coro también, que se cierran con las 3 imprecaciones Agnus Dei de total unción, tras gran movimiento desde “Virgo veneranda” hasta “Salus infirmorum” y solemnes “Regina”. Grandes ovaciones premiaron estas incluso exultantes versiones, pero no lograron variar el criterio de Christophers de añadir encores, aunque nos hubiera gustado el regalo del Ave Maria a 8 como postre del festín mariano.
Aún con el recuerdo de versiones tan vívidas y expansivas, pasamos de la amplia reverberación catedralicia al limpio y un puntín seco acústico del Patio de 3 órdenes burgalés, en el que los 13 cantores flamencos planteaban su Victoria. Por delante van 4 motetes, como siempre en él de textos sacros, de tres ´momentos en su vida: 1º y 3º de 1576, 1583 y 1572, donde la música enlaza con éllos de modo cuasi-fotográfico.
O Domine Jesu Christe a 6, para la Consagración con distinto trato al pan y al vino; advertimos ya un carácter serio, más de la Contrarreforma, un sonido de más peso y color por una edad media un poco más alta. Domine, non sum dignus a 4 voces graves, para antes de la Comunión, que desvela 3 bajos imponentes de ricos armónicos sin apretar nada, nítidos, soporte ya en todo el concierto, con su gota de pasión en el homófono “et sanabitur anima mea”. De nuevo el Salve Regina, pero hoy a 6, con la 3ª de sus 4 secciones a 4 voces blancas, sopranos (2-2) de timbre lineal pero fácil al agudo como exige la pureza textual y 2 contratenores de grato color siempre presentes sin excesos; bello juego levemente retórico en “fructum ventris tui” y 4ª sección algo más viva. Del “Cantar de los Cantares” toma Vadam et circuibo civitatem a 6, largo y duro diálogo entre coro y esposa, donde quizá podría haber una mayor intensidad en la interpretación, dados los recursos erótico-dramáticos que el texto presenta, pero Herreweghe elige versión sin aristas, todos a la Música con mayúsculas, construída con enormes líneas contínuas por sus manos temblantes y vibrantes, tan difíciles de seguir para ser preciso, (a veces hay levísimo desajuste) pero tan definitorias del discurso musical contínuo, desarrollado con un solo golpe inicial de diapasón.
Y llegamos al testamento musical del compositor, ya en Madrid como Maestro de coro y Capellán en las Descalzas Reales. Fallece en 1603 la Emperatriz María de Austria, allí retirada, mentora de su carrera, y le dedica unas exequias desde la devoción, amistad y dolor; si sonaron el día de su muerte o no, pierde importancia ante lo imponente de la obra que supuso su abandono de la Composición y dedicación al órgano hasta su muerte.
El Officium defunctorum a 6, publicado en 1605, sigue el texto del Requiem tridentino y el Misal de Pío V, con los añadidos de la Lección del Libro de Job para maitines Taedet animam meam a 4 como entrada, y el motete Versa est in luctum con la súplica de absolución Libera me como final, hasta completar 10 nos. increíbles que nos sacan del Renacimiento a los albores del Barroco que ya domina.
La interpretación tuvo un estatismo ascético. Los 6 años más de Herreweghe también cuentan como el ambiente de Gante. Piedad total en el Taedet; seria y sencilla entonación de Requiem, como fue todo el canto llano utilizado básicamente por las sopranos; Kyrie inicial con un crescendo exquisito; pena por la muerte y esperanza en la vida eterna para el Offertorium; Sanctus-Benedictus con misterio para éste; gregoriano empastado en el 2º Agnus; llegada de la luz en la Communio con alegría en “cum sanctis tuis” y final gregoriano por las voces graves como se debe; muestra del dolor personal en Versa y servicio al alternado del Libera me con terrible “quando coeli movendi”, amenazante pero sin punibilidad el “diez irae” y expresión de siervo agradecido el “Kyrie” final. No cabe duda que una pizca más de pasión no le viene mal a esta música, pero tampoco este gesto algo adusto la desvirtúa, incluso le añade una carga ética que acentúa su profunda espiritualidad. El público burgalés, desde luego, reaccionó con entusiasmo, obligando a varias apariciones de Director y cantores en el escenario, hasta obtener el regalo de escuchar Versa est de nuevo.
Victoria siempre interesa y conmueve, pero hecho así aún más, en cualquiera de sus visiones.
Chema Morate