Taneyev y la Cantata San Juan Damasceno, por Juan de Dios Tallo
En este artículo Juan de Dios Tallo nos ilustra sobre la bellísima Cantata San Juan Damasceno de Taneyev, desarrollando los apuntes de los que se sirvió para la conferencia “Maestro y discípulo: Chaikovski y Taneyev”. La charla tuvo lugar el 3 de marzo de 2016 en el Museo del Romanticismo y fue la introducción al concierto con el mismo título que ofrecería unos días después en el Auditorio Nacional el Grupo Concertante Talía bajo la dirección Silvia Sanz.
Taneyev y la Cantata San Juan Damasceno
La música rusa arranca muy tarde, pero arranca muy fuerte. Hasta el siglo XIX la iglesia ortodoxa rusa tenía la suficiente fuerza como para frenar el nacimiento de una música profana. Sin embargo, en el romanticismo el interés por la música de las clases aristocráticas, que hablan francés y quieren asimilarse a sus correlatos occidentales, ayudan al nacimiento de esta corriente musical tan potente que domina el panorama musical del siglo XIX y XX con nombres de una talla gigantesca y universal de todos conocidos.
La nómina de autores es enorme, algunos famosísimos como Rimski Korsakov, Glinka, Mussorgsky o Tchaikovsky y otros menos conocidos como Sergei Ivanovich Taneyev que nos ocupa hoy.
El autor.
Sobre él hay tres datos que conviene resaltar desde el principio: fue un discípulo predilecto y admirado de Tchaikovsky, fue un extraordinario concertista de piano y, finalmente, fue un compositor de mucho talento. Otros datos y características importantes irán saliendo a medida que se desarrolle este artículo, pero de momento quedémonos con estos tres.
Taneyev nace en 1856 en el seno de una familia aristocrática con antecedentes en la composición musical. No es, por tanto, el primer Taneyev compositor, pero es el único que tiene una obra que, por su extraordinaria calidad, ha perdurado.
Comienza a tocar el piano a la temprana edad de cinco años y a los nueve es matriculado en el Conservatorio de Moscú donde permanecerá hasta 1875, año en que empieza su carrera como concertista interpretando el concierto para piano no. 1 de Johannes Brahms. En aquel conservatorio tiene buenos maestros. De piano al legendario Nikolai Rubinstein y de composición a Piotr Tchaikovsky.
Tuvo una curiosidad intelectual enorme. Estudió en la universidad y viajó por Europa. Conoció en estos periplos a escritores como Turgenev, Tolstoi, Zola y Flaubert, entre otros, y compositores como Cesar Frank y Camille Saint-Säens.
Su afán de saber le lleva a leer todo lo que podía sobre ciencia, filosofía y música, de esta forma, podemos considerarle un filósofo sobre música, con una erudición sobre el tema absolutamente sobrecogedora.
Parece ser que era persona afable y generosa pues nos consta, sin ir más lejos, que ayudaba a estudiantes con problemas económicos. Nunca se le conocieron amantes de ningún sexo ni amores platónicos. Fue soltero toda su vida y sólo un episodio de tipo sentimental se le conoce. Se trata de la gran afición que tuvo hacia él la mujer de León Tolstoi. Es una historia interesante, pues lleva a ser la inspiración de este autor ruso para su novela “La sonata Kreutzer” sobre el amor conyugal y los celos.
Taneyev, con ya 39 años y siendo un músico ya respetado y prestigioso es invitado a la dacha de Tolstoi “Yasnaya Polyana”. Se presenta allí con un joven alumno Yuri Pomerantsev y con su nanny de la infancia Pelageya Vasilievna, compañera inseparable. Los Tolstoi están tristes por la pérdida reciente de un hijo. La mujer de Tolstoi, Sophia Adreevna, encuentra paz y consuelo escuchando a Sergei Ivanovich al piano.
Taneyev tiene una excelente relación con León Tolstoi. Ya se conocían y habían patinado juntos sobre hielo en otras ocasiones. Ahora, en verano Tolstoi y Taneyev juegan al ajedrez y montan en bicicleta por los alrededores. León Nikolaievich está muy empeñado en aficionarle al ciclismo. Se acababa de comprar una magnífica bicicleta “Rover” fabricada en Coventry y montaba en ella todo lo que podía.
Sin embargo, la afición de Sophia por Taneyev va en aumento y Tolstoi empieza a molestarse. Cree que el joven anima a su mujer en estos entusiasmos y los celos llegan a hacerse insoportables. Es preciso decir que todo indica que los celos eran infundados. Ni Taneyev tenía interés más allá de una amistad ni Sophia un afecto más allá de lo maternal y de la música para piano. El desinterés de Taneyev por el sexo y el amor conyugal se puede adivinar en una frase suya relativa a esa nueva afición suya que fue el ciclismo: “Creo que ni las experiencias de los recién casados en su noche de bodas son comparables a las sensaciones que produce montar en bicicleta”.
La pena es que dos personas que compartían tantas cosas han de separarse en malos términos. A Tolstoi no se le pasarán nunca los celos. Preferirá no volver a tener cerca a Sergei Ivanovich. Ya no volverán a jugar al ajedrez, ni a patinar, ni a deleitarse con la música, ni a montar en bicicleta ni a conversar en esperanto. Porque Taneyev fue un pionero como esperantista en Rusia. Llegó a componer canciones en esta lengua y siempre le tuvo una gran afición. Tolstoi, por su parte, admiraba a Zamenhof, creador de esta lengua, cuyo libro Lingvo internacia. Antauxparolo kaj plena lernolibro poseía y tenía en gran estima.
Este músico que hoy nos ocupa, algo asexuado por las señas, también ha sido acusado de ser poco pasional como compositor. O, dicho de otra manera, de tener una técnica compositiva demasiado matemática. Asombrosamente eficaz, pero poco capaz de llamar a la puerta de nuestras emociones, cómo se supone debe de hacer la música romántica. Hablemos de ello, porque es un asunto controvertido.
Como profesor en el conservatorio de Moscú y como compositor, Taneyev destacó sobre todos los demás en su técnica del contrapunto. Publicó un tratado enciclopédico sobre el tema llamado Contrapunto convertible en el estilo estricto. El método de Taneyev exigía mucha preparación y multitud de borradores y ejercicios previos a la labor compositiva como tal. Frases y motivos que se le ocurrían habían de pasar por multitud de ejercicios convirtiéndolos en fugas o cánones agotando posibilidades de desarrollo contrapuntístico. Una vez comprobadas todas las posibilidades polifónicas de su material pasaba a escribir la partitura definitiva. La maestría en este método fue total y le valió el apodo de el Bach ruso. Un auténtico arquitecto de la música.
Escribió sinfonías, canciones, música de cámara, para piano y dos cantatas. Curiosamente sus opus primero y último. La cantata San Juan Damasceno es su opus 1. Elige Taneyev un poema de un pariente de Tolstoi, Aleksei Konstantinovitch Tolstoi, que no hay que confundir con otro escritor llamado Aleksei Nikolaievitch Tolstoi cumbre de la ciencia ficción y la novela histórica en la Unión Soviética. En el poema citado de Aleksei Konstantinovitch se narra la vida de este santo que tiene su peso en la iglesia ortodoxa. La cantata es compuesta entre 1883 y 84. Es para coro mixto y orquesta y está dedicada a su maestro Nikolai Rubinstein.
La Cantata
San Juan Damasceno es un santo nacido, como ya estábamos suponiendo, en la ciudad de Damasco. Hijo de un alto funcionario cristiano del califa sirio Abdul Malek, llegó nuestro Juan a ser ministro de hacienda de este soberano musulmán. A pesar de tan alto, pero prosaico oficio, fue poeta y filósofo aristotélico. Se le considera el último de los Padres de la Iglesia. En su día se hizo famoso por contradecir al emperador de Constantinopla, cosa que podía hacer con cierta seguridad puesto que no vivía en el imperio, sino bajo la jurisdicción del Califa en tierra agarena. El conflicto consistió en que a León el Isáurico, cuando contemplaba las bellezas del Cuerno de Oro, se le ocurrió que los cristianos no debían tener imágenes pues había observado que las gentes sencillas caían fácilmente en la idolatría. El buen Juan responde al emperador León con un matiz filosófico: Las imágenes no se adoran, sino que se veneran. Semejante revés no es bien recibido en la capital bizantina y reunido el pseudo concilio de Constantinopla de 754 se reitera la condena de Juan acompañándola de descalificaciones y epítetos como “maldito favorecedor de los sarracenos” o “maestro de impiedad”, entre otros. Según la leyenda, El emperador ordena enviar una misiva secreta al califa donde imitando la letra de Juan se da a entender que éste es un espía bizantino. El Califa, sin pensárselo dos veces, ordena se le corte la mano derecha que supuestamente había escrito tan infame carta, cosa que se hace inmediatamente. Qué cara pondrá el Califa cuando al cabo de poco tiempo Juan le enseña su mano milagrosamente regenerada y lista para volver a escribir. Este milagro sirve para obtener el perdón califal.
A este santo tan venerado en la iglesia ortodoxa se dedica el poema de Tolstoi y la cantata de Taneyev. El poema fue no poco polémico, pues al mismo tiempo la censura moscovita prohibió la circulación del mismo por orden del príncipe Vasily Dolgorukov y el Ministro de Educación, señor Kovalevsky, sorprendentemente y desairando a Dolgokurov, la permitió. El censor ordenó parar la imprenta y el ministro se fue directamente a la emperatriz María Alexandrovna, que gustaba del poema, para que permitiera su impresión, cosa que hizo y el poema vio, finalmente la luz.
El poema sirvió de inspiración a varios compositores, entre ellos al mismo Tchaikovsky. Taneyev usa un texto del capítulo cuatro del poema y lo viste con una antigua melodía sacra rusa “So svyatïmi upokoy” o “Descansa con los santos”, cuya versión más antigua conocida se remonta a 1772. El tema conserva su modo menor evitando cromatismos y comprime sus dieciocho compases en ocho. El tema se repite a lo largo de la cantata. Tchaikovsky utilizará esta melodía sacra en su Sinfonía Patética.
La cantata fue un éxito completo y esto confirma a Taneyev que el contrapunto no está muerto y que no hace la música aburrida. Con este resultado tan prometedor consigue vencer las reticencias de Tchaikovsky hacia esta obra que consideraba construida en modo demasiado arcaico.
Son tres movimientos. El primero, Adagio ma non troppo comienza con una introducción orquestal que presenta el tema “So svyatïmi upokoy” dando pie a la primera fuga de la obra, lenta, solemne y bellísima. De una intensidad sobrecogedora y creciente, la primera fuga de este primer opus de Taneyev es una muestra de su maestría.
El segundo movimiento es un Andante sostenuto, breve, pues contrastan sus dos minutos y medio con el cuarto de hora del primer movimiento. Movimiento calmo, pero intenso que a medio minuto de su final crece súbitamente para dar paso a la gran fuga del tercer movimiento.
El tercer movimiento Allegro comienza con otra fuga. Esta vez poderosa y arrolladora donde los metales tienen un papel fundamental. Acaba, sin embargo con algo más de dos minutos a capella muy recogidos donde el coro acaba de forma casi inaudible con una petición muy de requiem: “Acepta a tu humilde siervo en tu morada celestial”
Coda.
No en vano a esta obra se la ha apodado “Un Requiem Ruso”. Taneyev comienza su andadura musical como compositor con una obra muy rusa tomada de la antigua liturgia musical ortodoxa. Sin embargo, siempre tuvo que soportar el sanbenito de músico demasiado proclive a la tendencia germano-occidental como su maestro Tchaikovsky. Por ello, no sólo se le llamaba el Bach ruso, también fue conocido como el Brahms ruso. Quizá este primer opus es el más ruso de su catálogo. Taneyev siempre fue, por propio deseo, un autor cosmopolita. Nunca despreció sus raíces rusas, pero nunca estuvo interesado en hacer una música nacionalista. Ël era consciente de que nadie componía como él. Que su música estaba compuesta con su propio método absolutamente personal y que bebía de muchas fuentes. Es su mérito y, por los asombrosos resultados, merece que se música sea recordada y escuchada en los auditorios del mundo. En Madrid, la Cantata San Juan Damasceno se ha escuchado últimamente gracias a las orquestas de la Comunidad de Madrid en 2014, de RTVE en 2015 y, muy recientemente en el invierno de 2016, por la orquesta y coro Talía en el Auditorio Nacional de Madrid.
Para acabar, la peripecia vital de Taneyev llega hasta el año 1915, año triste en una Rusia sumida en una guerra mundial y a la puertas de una revolución. Ese año vuelve a escribir su segunda y última cantata “A la lectura del Salmo” y, según parece, en el frío ruso contrajo una neumonía durante el entierro de Scriabin. Durante el proceso de convalecencia sufre un ataque al corazón y muere en su casa de Dyudkovo, no lejos de Moscú. Allí puede visitarse hoy en día un pequeño museo sobre su figura.