Estreno de la Cantata de Navidad “Puer natus est” por Dante Andreo
Estreno mundial en Colombia de la Cantata de Navidad “Puer natus est” de Dante Andreo.
Hace unos días tuve el placer y el gran honor de presenciar el estreno de mi Cantata PUER NATUS EST, escrita para tres Coros, conjunto instrumental y narrador.
Los conciertos se realizaron en Colombia, en las ciudades de Medellín (6 de diciembre), Marinilla (8 de diciembre) y Jericó (9 de diciembre). Participaron en la interpretación de la obra la CORAL SANTA CECILIA de la Fundación Universitaria de Bellas Artes de Medellín, el CORO MIXTO y la CORAL JUVENIL-INFANTIL de Marinilla y un sexteto de vientos-madera, compuesto por dos flautas, dos clarinetes y dos fagotes. El narrador fue Juan Fernando Betancur. Dirigió los conciertos Maryori Arias Ruiz. Con gesto enérgico y elegante, la maestra antioqueña realizó unas interpretaciones llenas de vivacidad y sentimiento.
Alrededor de noventa músicos, entre cantantes e instrumentistas, todos ellos muy jóvenes ya que sus edades oscilan entre 10 y 25 años, asumieron la difícil responsabilidad de interpretar esta obra policoral que no es especialmente sencilla.
La composición, de aproximadamente treinta minutos de duración, está escrita sobre textos en latín escogidos de la liturgia cristiana del Adviento y la Navidad, y dividida en tres partes: ANUNCIACIÓN, NACIMIENTO y EPIFANÍA. Sobre el apoyo de las maderas y algunas intervenciones de una voz en off que narra en castellano algunos de los más bellos pasajes bíblicos extraídos de la liturgia de esta fiesta, los tres coros dialogan constantemente, siguiendo la más pura tradición de la cantata cristiana donde los coros asumen unas veces los papeles protagónicos de los distintos personajes que intervienen en la narración y otras comentan o enmarcan musicalmente la acción.
La música sonó fresca, llena de vitalidad y sentimiento en este conjunto de voces muy jóvenes, que estuvieron trabajando la obra durante varios meses con dedicación y entusiasmo conducidos acertadamente por sus directores-maestros Juan Pablo Agudelo y Maryori Arias. Tuve la oportunidad de presenciar el trabajo de estos dos jóvenes y talentosos directores durante los últimos ensayos en los que se abordaron todos los aspectos técnicos y musicales de la partitura.
Llegué a Colombia diez días antes del estreno. Desde mi arribo fui objeto de innumerables muestras de afecto, primero en Marinilla y luego en Medellín donde me sentí arropado por el cariño no solo de los cantores sino de sus familiares y amigos que en todo momento me hicieron sentir como si nos conociéramos desde hace años. Y es que en realidad, aun sin conocernos personalmente, ya somos amigos desde hace tiempo porque han cantado durante estos últimos años varias de mis obras, e incluso les he dedicado y han estrenado algunas de ellas.
Los tres conciertos se realizaron en el Departamento de Antioquia. El primero de ellos en la Iglesia de San Ignacio, en Medellín, ubicada en pleno centro de la bulliciosa y colorida capital de esta región andina. Acorazada entre montañas, hundida en una exuberante vegetación, esta pujante ciudad se enorgullece de ser uno de los importantes centros culturales del continente.
El segundo fue en la bellísima Capilla de Jesús Nazareno, en Marinilla. Rodeado de una gran expectativa ya que allí se realiza desde el año 1978 uno de los más importantes festivales musicales de Colombia, El Festival de Música Religiosa de Marinilla, la iglesia estuvo colmada de un público entusiasta que aplaudió emocionado el estreno de esta obra. Mi emoción fue aún más grande cuando al final del concierto, y con la presencia del alcalde y las principales autoridades del municipio, se leyó un bando oficial en el que se me otorgó el título de huésped ilustre de la ciudad. El concierto tuvo una especial emotividad en el precioso entorno de esta capilla colonial del siglo XVIII, la más antigua de la ciudad, cuando el coro de niños, ingresando en procesión con velas encendidas desde el fondo de la nave en penumbra, entonó la antífona “Creator alme siderum”.
El tercer concierto fue en la catedral de Jericó, como clausura del Festival Departamental “Antioquia vive la música”, en el que participaron catorce coros infantiles y juveniles de la región.
Llegamos a este pintoresco y tranquilo pueblo de la zona cafetera situado a casi dos mil metros de altitud, después de casi cuatro horas de trayecto por sinuosos caminos de montaña, entre escarpados picos y profundos barrancos siempre cubiertos por una espesa vegetación
El numeroso público asistente al tercer concierto estuvo compuesto casi en su totalidad por directores y cantantes de las distintas corales que habían acudido de todas las localidades del departamento para competir durante el fin de semana.
Durante todos estos días de mi estancia en Antioquia, siempre acompañado de mis amigos Maryori y Juan Pablo, tuve oportunidad de conocer también otros aspectos de esta bella región: su paisaje exuberante, su gente sensitiva y alegre, los sabores de su gastronomía, los colores y perfumes de sus gigantescos aguacates, papayas y mangos, los sonidos estridentes de sus músicas callejeras que lo invaden todo. Un paseo por la melancólica y tórrida Santa Fe de Antioquia, antigua capital del Departamento, con sus bellísimas callejuelas y casonas coloniales; una visita a El Carmen de Viboral, tierra de manos alfareras donde la arcilla se hace gloria en exquisitos diseños florales; una excursión a Guatapé, precioso pueblo de arquitectura colonial recostado a las orillas del embalse, festoneado de coloridos e ingeniosos zócalos multicolores.
Todo es exuberancia en esta tierra, especialmente en esta época de navidad en que adornan, cubren y encintan el río con los famosísimos “alumbrados” que como una inmensa serpiente multicolor atraviesa la noche de Medellín con su ráfaga de luces. Muy cerca, junto al Palacio de la Cultura, bello exponente de arquitectura neogótica, las estatuas de Botero exhiben su carnal magnificencia aprisionada en el bronce.
Más allá del paisaje, el cariño, las palabras, las sonrisas, las miradas, los abrazos de la gente…”un tintico, maestro…”, “lo esperamos en casa con un chocolate…”, “venga con nosotros a tomar un helado…” y la frase que más he escuchado durante todos estos días: “gracias, maestro…”
Y algunas anécdotas simpáticas: en el metro de Medellín (ciudad hasta hace pocos años azotada por la droga y las balas callejeras y hoy transformada en pujante centro comercial, universitario y cultural), una tarde que me llevaron a conocer uno de los barrios marginales en el que una biblioteca popular cambió la vida de cientos de niños (atrapados en las redes de la droga o la delincuencia y ahora sonrientes y entretenidos con ordenadores y libros), un señor se acercó y nos dijo que había asistido a uno de nuestros conciertos y agradecía con emoción haber elegido esta ciudad para el estreno de la Cantata.
En Marinilla, unos días después del concierto, Don Carlos, un vecino melómano casi anónimo que había presenciado la actuación, invitó a una cena a todos los coralistas en reconocimiento por su trabajo y dedicación.
Siempre hay una mesa para compartir, una cama para descansar, una conversación amable y distendida o un paseo para disfrutar en esta tierra cálida y acogedora.
Aún hicimos un pequeño taller en Marinilla durante los últimos días de mi estancia. Allí estaban otra vez esos niños y jóvenes, puntuales, atentos, trabajadores, solidarios, para seguir aprendiendo y entregando lo mejor de cada uno. Magnífico grupo humano impulsado por el joven y talentoso Juan Pablo Agudelo. Todo un ejemplo.
Tuve la suerte de estrenar mi Cantata de Navidad, de momento mi obra más exuberante, en esta tierra de exuberancias. Creo que no hemos desentonado. Gracias a mis amigos colombianos por haberlo hecho posible.
Dante Andreo