La música en el Nuevo Mundo durante la época colonial, por Dante Andreo
El viernes Santo de 1519, desembarca, entre las dunas de Veracruz, un grupo de castellanos al mando de Hernán Cortés. El eco atemorizante de las trompetas y los tambores de la pequeña armada y el estrépito de bombardas y culebrinas causaron gran consternación en los atemorizados indios. Poco después, en los arenales recién dedicados a la Vera Cruz, Fray Bartolomé de Olmedo, con algunos soldados que sabían cantar, entonan un Oficio de Tinieblas gregoriano con el que se inicia la historia de OTRA MUSICA en el Nuevo Mundo.
Durante toda la época Virreinal, que comenzó en 1535 con la llegada a México de don Antonio de Mendoza, la música sirvió como instrumento de gran valor en la evangelización de los indios. Los misioneros se sirvieron del canto para adoctrinar y hacer atrayente la enseñanza del catecismo. Palabra, música, acción y representación. La poesía, el canto, la danza y la comedia convertidos en himnos, villancicos, autos sacramentales y óperas donde conviven la magia, la liturgia, el mito, la leyenda y la fe, fueron los vehículos que utilizaron los misioneros en las pequeñas poblaciones rurales y los maestros de capilla en las catedrales y conventos para llevar a cabo la magna tarea de cristianización.
Discurso, representación, magia y misterio, la liturgia fue el vehículo de sometimiento y dominación y a la vez vínculo de unidad entre las dos orillas: el VIEJO y el NUEVO MUNDO. El perfume del incienso, los oropeles de los ornamentos sagrados, los retablos dorados cubiertos de querubines, ángeles y vírgenes a la luz mortecina de las velas, la música celestial de los coros acompañados de estridentes órganos, era una puesta en escena monumental que los indígenas contemplaban con asombro.
Muchos viajeros y cronistas de la época, narran cómo las gentes acudían a los oficios religiosos más por gustar de la música que por devoción. El gusto por los sonidos bien concertados y el desarrollo admirable de las formas musicales cultas, junto con otras populares, atrajo siempre la atención de aquellos relatores gratamente sorprendidos.
El canto sirvió así a la palabra para imponer su mensaje y nacieron primero los himnos y villancicos, donde se funden y emparentan los elementos de esta sociedad multiétnica: melodías prehispánicas, ritmos negros, armonías y contrapuntos europeos, en un extraordinario mosaico donde se refleja la unidad y la diversidad, la piedad y la sensualidad, la contemplación y el alboroto. En latín, nahuatl, quechua o castellano, la palabra musicalizada cumplía su función: incluir a los indios en la historia universal regida por la Providencia.
Hanacpachap Cussicuinin (Perú – Himno ceremonial quichua)
Pedro de Gante escribe a Felipe II el 23 de junio de 1558: “Considerando que antes de convertirse estos indios no cesaban de cantar y bailar en sus ceremonias religiosas, he compuesto versos en que ven cómo Dios se hizo hombre para salvar al mundo, cómo nació de la Virgen María sin mancha de pecado y donde aprenden también los mandamientos de ese Dios que los salvó”.
Todo este sentido de MISION, daba fuerza a la obra de los religiosos. Legiones de misioneros: franciscanos, dominicos y agustinos, tras los que siguieron los jesuitas, benedictinos, etc. se abocaron en cuerpo y alma a “abolir el paganismo”. La disposición natural de los nativos hizo que pronto se aclimataran y desarrollaran como propias las formas musicales traídas por los frailes.
Por la misma vía entraron los instrumentos musicales: flautas, clarines, cornetas, trompetas, pífanos, trombones, la jabela o flauta morisca, chirimías, dulzainas, sacabuches, orlos, rabeles, vihuelas de arco y atabales. El órgano hizo su aparición en los conventos para acompañar el canto llano.
Por otra parte, la destreza de los indios para hacer y tañer los instrumentos fue generalmente reconocida y elogiada. Hacia 1570, Alonso de Zurita, en su “Breve relación de los Señores de la Nueva España” dice que “hay entre ellos muchos cantores y músicos de flautas, chirimías, sacabuches, trompetas y vihuelas de arco; saben leer y escribir y hacen bien sus libros de canto llano y de canto de órgano con muy hermosas letras en los principios. Ellos los encuadernan y hay muchos latinos”.
Los misioneros enseñaban además a los indígenas las materias teóricas de la música, y a cantar en coro frecuentemente acompañados de pequeñas orquestas.
Mucho se ha escrito sobre la Iglesia Colonial como una gran fuerza económica, política y social, y sobre su relevante papel de foco de irradiación cultural. Pero su relación con la música es tan directa, que no podríamos hoy escucharla, de no haber sido por la labor, tanto creativa como educativa que fomentó la iglesia en el Nuevo Mundo.
En las populosas ciudades, México, Puebla, La Antigua de Guatemala, Bogotá, Quito, Lima, Cusco, La Plata, etc. las catedrales fueron organizadas tal como en España e inclusive muchas eran copias arquitectónicas de éstas. Cada ciudad importante tenía su catedral como centro de la vida pública y cultural. Bajo su protección se reunían artistas de toda índole que contribuían con su arte a engrandecer el culto religioso.
A diferencia de los misiones que se dedicaban a la educación de los indígenas en la música, las catedrales formaban a los músicos profesionales, hijos de españoles o mestizos, que recibían una espléndida formación musical del Maestro de Capilla y sus ayudantes. A través de las Actas de Cabildo podemos conocer todo tipo de interesantes noticias acerca de los músicos que trabajaron en ellas, los repertorios, los deberes del maestro y sus músicos, sus sueldos, etc.
Como en las catedrales de España, los Maestros de Capilla eran la máxima autoridad musical. El acceso a ese puesto se obtenía a través de un arduo concurso, no siempre libre de presiones y recomendaciones de algún miembro de la jerarquía. Son famosas en algunas catedrales las contiendas para quedarse con el apetecido puesto. Usualmente el maestro tenía la obligación de dirigir el Coro y la Orquesta, de componer la música para todos los oficios y de educar a los jóvenes músicos en todas las materias que fueran necesarias, incluyendo los instrumentos.
Las catedrales solían guardar en sus archivos invaluables tesoros musicales ya que además de almacenar toda la música compuesta por los Maestros de Capilla, poseían gran cantidad de libros con la mejor música europea del momento. Por ejemplo, en 1553 ya existía en la catedral de Cusco el primer Libro de Misas de Cristóbal de Morales, editado en Roma en 1544 y a Quito llegaron muy pronto los Motetes de Guerrero, publicados en 1570.
Los más notables polifonistas españoles, italianos y flamencos resonaron en aquellas inmensas construcciones. Lo que se conserva actualmente, aun siendo mucho, es solo una ínfima parte de lo que dichos archivos poseían debido a que miles de obras fueron destruidas por el uso frecuente que de ellas se hacía, además de los incendios, terremotos, guerras, saqueos, polillas, inundaciones, etc. Algunos archivos están especialmente afectados ya que la negligencia o falta de espacio para almacenar todo el material que se iba acumulando, llevaba a quemar cada cierto tiempo todo el material en desuso.
A la Xacara ( J. G. de Padilla)
Con los Conquistadores llegaron varios negros y se sabe que uno de los arcabuceros de Cortés era de esa raza. Después de que el fraile Bartolomé de las Casas sugirió sustituir a los indios por negros en los trabajos agrícolas y especialmente en la ardua tarea de la minería, llegaron en grupos cada vez mayores. Provenientes de distintas regiones de África, los esclavos negros aportaron al Nuevo Mundo no solo su fuerza de trabajo en las labores más penosas sino también su cultura, sus tradiciones, su danza y su música.
La música y la danza, llena de colorido y movimiento, ejecutada por los negros en las plazas públicas, eran la diversión favorita de la población. Tal llegó a ser su expansión que en 1569, el virrey Luis de Velasco tuvo que emitir un decreto por el cual se limita las horas de baile en la plaza principal de la ciudad de México al domingo y las tardes de los días feriados, desde las doce del día hasta las seis de la tarde. Los danzantes negros desplazaron incluso a los indígenas en la dirección de sus propias danzas precortesianas y a finales de ese mismo siglo se conocían mejor en Nueva España los tambores de origen negro que el tradicional “Tlapanhuéhuetl” de los antepasados nahuatl.
Mano Fasiquiyo (Gaspar Fernándes)
Eso rigor e repente (Gaspar Fernándes)
Dame albrizias, Mano Antón (Gaspar Fernándes)
Uno de los más grandes logros del arte misional fue el TEATRO. En él se conjugaban de manera sorprendente la literatura, la música, la danza, la escenografía y la actuación para lograr la transmisión de un mensaje ejemplar a través del cual inculcaban la doctrina cristiana.
El teatro era ya utilizado por las culturas prehispánicas. Rituales alternados con cantos y danzas, vistosas parafernalias para personificar dioses emergiendo de complejas escenografías eran ofrecidos como grandes espectáculos masivos en los centros ceremoniales que la sagrada teocracia del México prehispánico ofrecía al pueblo. Había incluso representación de farsas y entretenimientos dramático-musicales en los barrios y casas de los Señores.
Aprovechando esta tradición ancestral, durante las grandes fiestas que marcaba el calendario litúrgico, se escenificaban los misterios de la religión cristiana. Éste fue el origen de las farsas, los actos de adoración, las pastorelas, posadas, nacimientos y piñatas, especialmente representadas en las dos grandes festividades del Año Litúrgico: La Navidad y el Corpus. A este respecto, el eminente historiador mexicano Salvador Novo escribió: “ El gusto indígena por el espectáculo, la riqueza poética de su imaginación y su destreza manual para las artes suntuarias junto a sus extraordinarias dotes como actores diestros en caracterizaciones de águilas, mariposas, tigres, etc. fueron elementos muy valiosos que la iglesia supo aprovechar para montar sus grandes representaciones”.
Silencio, pasito (Juan de Araujo)
Cuando el bien que adoro (Torrejón y Velasco)
Salga el Torillo (Diego de Salazar)
El gran barroco musical iberoamericano del Siglo XVII y principios del XVIII podemos centrarlo en tres figuras que llevan el arte musical de este período a su más alto nivel: JUAN GUTIERREZ DE PADILLA (1597-1664), JUAN DE ARAUJO (1648-1712) y TOMAS DE TORREJÓN Y VELASCO (1644-1728).
En los Archivos Musicales de México se conserva la obra del primero de ellos y en los de Perú y Bolivia la de los otros dos, en cuyas catedrales desempeñaron su trabajo como Maestros de Capilla. Expresándose con medios ligeramente diferentes, los tres tienen en común su origen en España, por tanto su estética es totalmente europea y constituyen el último eslabón del arte peninsular, antes de la irrupción en el Siglo XVIII del “estilo italiano” debido a la llegada de los Borbones hacia 1700.
Stabat Mater (J. G. de Padilla)
Dixit Dominus (Juan de Araujo)
Ave Verum (Torrejón y Velasco)
La suntuosa producción musical de este período consiste en grandes construcciones polifónicas a menudo compuesta para dos, tres o más coros con acompañamiento de continuo y están elaboradas sobre exquisitos textos provenientes de los más notables poetas, similares a los del Siglo de Oro Hispano.
Dante Andreo
Las muestras musicales que aparecen en este artículo son:
HANACPACHAP CUSSICUININ Himno ceremonial quechua (Cuzco, 1631) del “Ritual Formulario e Institución de Curas” de Juan Perez Bocanegra.
Intérprete: CAMERATA DE LA NUEVA ESPAÑA (México) Dir: Horacio Franco
XICOCHI, XICOCHI Gaspar Fernándes (1585-1629) Archivo de la Catedral de Oaxaca, México.
Intérprete: CAMERATA DE LA NUEVA ESPAÑA (México) Dir: Horacio Franco
SALVE REGINA Pedro Bermúdez (1555?-1606) Archivo de la Catedral de Puebla, México
Intérprete: GRUPO VOCAL GREGOR (España) Dir: Dante Andreo
A FE ZAGALA Gaspar Fernándes (1585-1629) Archivo de la Catedral de Puebla (México)
Intérprete: ARS LONGA (La Habana, Cuba) Dir: Teresa Paz
MANO FASIQUIYO Gaspar Fernándes (1585-1626) Archivo Catedral de Puebla, México
Intérprete: CAMERATA RENACENTISTA DE CARACAS (Venezuela) Dir: Isabel Palacios
DAME ALBRIZIA, MANO ANTON Gaspar Fernándes (1585-1629) Archivo Catedral de Puebla, México
Intérprete: CAMERATA RENACENTISTA DE CARACAS (Venezuela) Dir: Isabel Palacios
SILENCIO, PASITO Juan de Araujo (1648-1712) Archivo catedral de La Plata (hoy Sucre) Bolivia
Intérprete: ENSEMBLE ELYMA (Suiza) Dir: Gabriel Garrido
CUANDO EL BIEN QUE ADORO Tomás de Torrejón y Velasco (1644-1728) Archivo Catedral de Lima (Perú)
Intérprete: GRUPO VOCAL GREGOR (España) Dir: Dante Andreo
SALGA EL TORILLO Diego de Salazar (S. XVIII) Archivo Catedral de La Plata (Hoy Sucre) Bolivia
Intérprete: ENSEMBLE ELYMA (Suiza) Dir:Gabriel Garrido
STABAT MATER Juan Gutierrez de Padilla (1597-1664) Archivo Catedral de Puebla, México
Intérprete: GRUPO VOCAL GREGOR (España) Dir: Dante Andreo
DIXIT DOMINUS Juan de Araujo (1648-1712) Archivo Catedral de La Plata (hoy Sucre) Bolivia
Intérprete: ENSEMBLE ELYMA (Suiza) Dir: Gabriel Garrido
AVE VERUM Tomás de Torrejón y Velasco (1644-1728) Archivo Catedral de Cusco, Perú
Intérprete: GRUPO VOCAL GREGOR (España) Dir: Dante Andreo