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“La sublime poética del madrigal” y “Los madrigalistas ingleses”, por Pablo Rodríguez Canfranc

Publicado por el 28 November 2012 Sin Comentarios

Compartimos estas dos esclarecedoras y amenas entradas del blog  “Soledad tengo de ti” de nuestro amigo Pablo Rodríguez Canfranc por lo fascinante del tema, por el rigor con el que está tratado y, claro está, por las alusiones personales. Gracias, amigo!

La sublime poética del madrigal

La admiración por la obra del poeta Petrarca, cuyo Cancionero fue publicado en Venecia en 1501, llevó a los compositores italianos de la primera mitad del siglo XVI a desarrollar un género musical cuya armonía estuviese a la altura de la sutileza de dichos versos. Y ese género fue el madrigal, una forma de canto polifónico cuya fama se extendió por Europa durante el resto del siglo para acabar perdiendo fuerza y desapareciendo en la época barroca.

El madrigal es pariente cercano, e incluso heredero, de otro tipo de canción típicamente italiana, la frottola, que comparte con él el constituir un abanico de géneros más que un formato estricto. De hecho numerosas fuentes atribuyen el nacimiento del madrigal a la decadencia formal de la frottola, que a finales del primer cuatro del siglo había caído en el vicio de musicar la poesía más vulgar. No parecía por tanto el vehículo adecuado para ensalzar en canto sublime a los grandes poetas del pasado. Si nos ceñimos a la cronología, la última colección de frottole apareció en 1531 y la primera de madrigales italianos en 1533.

Subrayo lo de italianos porque a pesar de que es un género asociado tradicionalmente a la península itálica, este arte atrae por igual a los más destacados compositores flamencos del momento, como Willaert, Arcadelt y Verdelot. El madrigal despega inmediatamente y se populariza gracias a los anteriores músicos foráneos y a los locales Constanzo Festa y Alfonso de la Viola, quizá los más sobresalientes de esta primera época.

Pido perdón por dejar hasta el cuarto párrafo la descripción del madrigal como forma musical, pero así son los blogs. Se trata de una música profana, mundana y social compuesta, para ser cantada por entre tres y siete voces, en principio sin acompañamiento instrumental, cuyos ritmos y cadencias pretenden expresar las emociones que emanan de los textos. En ocasiones las voces que faltaban se sustituían con instrumentos, generalmente con el laúd.

Como he dicho antes, no existía una forma fija de madrigal y convivían bajo dicho paraguas varios subgéneros, como la balleti, un tipo de canción más movida y bailable, o la villanelley la canzonette. Por cierto, uno de los más destacados ejemplos de balleti fue compuesto en Inglaterra y no en Italia. Se trata de “Now is the Month of Maying de Thomas Morley”, que casualmente pertenece al repertorio de Esemble 4/4, el coro de mi amiga Paloma Mantilla (pido perdón de nuevo por la anécdota personal, pero insisto en que esto es un blog, no la Enciclopedia Espasa).

El madrigal dio en Inglaterra grandes figuras como el citado Morley, Christopher Tye, Thomas Tallis o el renombrado William Byrd, pero ya traté esta escuela en otra ocasión.

A medida que avanza el siglo XVI el madrigal se complica musicando textos mucho más largos de autores como Dante, Ariosto o Tasso, y creándose secuencias de madrigales que abarcaban obras más amplias que los sonetos y canciones iniciales. Destacan compositores como Palestrina y Andrea Gabrieli; el primero le da una dimensión menos mundana al género al introducirlo en la esfera religiosa con sus “madrigales espirituales”. Sin embargo, hay autores que consideran que en esta fase el madrigal decae de alguna manera, pues los grandes nombres como Palestrina, ocupados de obras mayores, dejan en manos de músicos segundones la supervivencia del género,  cuyo afán por la técnica contrapuntística espanta la genialidad de las composiciones.

Pero el madrigal aún conocerá una nueva etapa de esplendor de la mano de Luca Marenzio, Gesualdo de Venosa y, especialmente, del gran Monteverdi. Ruptura, atrevimiento técnico y exaltación de lo sublime, podrían ser los rasgos de esta fase, que paradójicamente matará al madrigal, o mejor dicho, lo convertirá en el germen de algo mucho más grande y maravilloso: la ópera. Pero esa es otra historia que merece un post aparte en este blog.

Los madrigalistas ingleses

La península itálica siempre ha sido un importante foco difusor de formas y estilos musicales. En la segunda mitad del siglo XVI tiene lugar la exportación al resto de Europa del género cancioneril conocido como madrigal, que en las islas Británicas es adoptado y transformado por los músicos locales, que lo hacen evolucionar hacia un formato autóctono que gozó de gran popularidad en la época.

El madrigal aparece en la década de 1520 en Italia como una respuesta a la necesidad de musicar los versos del poeta del siglo XIV Petrarca y de sus imitadores, como Tasso, Ariosto o Miguel Ángel, entre otros. La inmensa popularidad de adquirió el “Cancionero” de este poeta en la primera mitad del siglo XVI obligó a los músicos a inventar un estilo de canción que pudiese transmitir la profunda pasión amorosa que emana de dicha obra. El resultado fue el madrigal, una forma musical compuesta para ser cantada por varias voces – entre tres y siete -, en principio sin acompañamiento, aunque en caso de faltar alguna de las voces ésta podía ser sustituida por un laúd.

El madrigal italiano llevaba escuchándose y apreciándose en Inglaterra desde la década de los sesenta. Tanto el rey Enrique VIII, que se sabe que cantaba y tocaba el láud, como su hija Isabel, eran grandes amantes de la música y mantuvieron en la corte a músicos italianos, como es el caso del madrigalista Alfonso Ferrabosco. En 1588 se publica en Londres la primera recopilación de madrigales italianos traducidos, “Musica Transalpina”, y en los diez años siguientes aparecen cinco antologías más que empiezan tímidamente a incluir material británico. Comienza aquí la gestación del madrigal inglés, un género híbrido que nunca fue ni completamente italiano ni completamente británico.

Esto da lugar a un amplio abanico estilístico en torno al madrigal inglés: desde las composiciones de Thomas Morley fieles al formato original importado, hasta las “canciones de separación” de William Byrd, que se negaba a escribir según el estilo italiano, a pesar de que demostró que podía hacerlo más que brillantemente. Morley fue el principal abanderado del madrigal italiano en Inglaterra y su obra “Plain and Easy Introduction to Practical Music” de 1597 es el mejor manual escrito en la época sobre canto, música vocal y composición. Fue un compositor prolífico que publicó numerosos volúmenes, tanto con sus obras como con traducciones de los originales italianos, y cuya labor editorial culminó en 1601 con “Triumphs of Oriana”, un proyecto en el que participaron veinte compositores para rendir homenaje a la reina Isabel I, en el que se relatan a través de distintas piezas sus triunfos sobre sus enemigos.

Dentro de la escuela inglesa del madrigal destacan también los nombres de Thomas Weelkes y John Wilbye. El primero está considerado como el madrigalista más original, conduciendo el género más allá del amor a la dama petrarquiano e introduciendo otros temas “sociales” en sus canciones, como pueden ser la bebida y el tabaco. Por su parte, Wilbye fue el más perfeccionista de los creadores de madrigales ingleses. Sus sesenta y cuatro composiciones publicadas en dos volúmenes suponen la culminación del género, en el sentido de que, después de ellas, resultó difícil llegar más lejos estilísticamente. Y en cualquier caso, en la época de su muerte, que tuvo lugar en 1638, el madrigal en Inglaterra empezaba a ser un estilo pasado de moda.

Come, Sirrah Jack, Ho! by Thomas Weelkes (1576 – 1623)

Pablo Rodríguez Canfranc


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