Carta abierta a Edgardo Enrique Aradas, por Marcelo Valva
Hoy conocemos al maestro Edgardo Enrique Aradas a través de la carta abierta que Marcelo Valva le dirigió con ocasión de su nombramiento como “Ciudadano ilustre de Morón“
Carta abierta a Edgardo Enrique Aradas, por Marcelo Valva
Haedo, noviembre de 2004
Estimado Edgardo,
Nunca tuve la oportunidad de tenerlo al frente del aula o la cátedra, tampoco canté con ud., ni supo dirigirme.
Por ello, no puedo considerarme un alumno o un discípulo suyo, en el sentido cabal de la acepción, lo cual –creo- no deja de constituir un beneficio para ambos ya que de esta manera no podrán achacarle a ud. mi deficiente formación, ni deberá cargar, por extensión, con mis muchos errores.
Yo por mi parte, también salgo beneficiado toda vez que me considero eximido de cumplimentar la pesada y frustrante carga a la que parecemos estar destinados los discípulos y los hijos: superar a quienes nos anteceden.
Permítame decirle sin embargo, apreciado señor Aradas, que todo acto que un hombre realiza y cada palabra que al aire hace volar, repercute en otro y puede, en muchos casos, cambiar su vida.
En este sentido, no dejo de imaginármelo como un moderno Sócrates el cual, sin recurrir a la palabra escrita o a la enseñanza reglada, deambula por un ágora lejano a la antigua Grecia, mientras va dejando caer, como semillas, sus conocimientos y experiencias sin saber a ciencia cierta si caerán o no en campo fértil.
Presumo que este método de enseñanza tan poco organizado no será del agrado de alguien que –como ud.- eleva el orden, la organización y la planificación a la categoría de ciencia.
Pero debo decirle, colega, que esta técnica también da sus frutos y que gracias a ella he aprendido algunas de las lecciones más importantes de mi vida.
Sabía, por ejemplo, que ud. me enseñó que el aplauso sostenido que corona un concierto no es el epílogo de la jornada sino que prologa el comienzo de fatales tareas mucho menos espirituales, como acarrear gradas, despegar afiches o esperar que padres remolones se acuerden de venir a buscar a los hijos que dejaron depositados en un concierto?
Le dije alguna vez que verbos tales como “masticar”, “oscurecer” o “redondear” –de incomprensible significado para un lego-, son aquellos con los que más agoto a mis pobres coreutas, desde que los escuché de sus labios por primera vez?
Conocía, apreciado docente, que fue ud. quien me reveló que sobre el director de coros pesa no sólo la enorme responsabilidad de conocer todas y cada una de las notas de una partitura sino, en especial, todas y cada una de las tristezas y alegrías que encierra el alma de cada cantante?
Imaginó alguna vez que de ud. aprendí que un coro unido en el enojo contra el director es preferible a un grupo en el que sus componentes son indiferentes entre sí?
Hace ya muchos años, profesor, ud. me dio la primera oportunidad importante de mi vida musical y ese gesto me hizo conocer el real sentido de dos palabras muy poco habituales y valoradas: “Confianza” y su contrapartida “Agradecimiento”.
No pretendo agotar hoy este largo catálogo, pero no quisiera olvidarme de algo más.
En los años 70 y 80 tuvo ud. a su cargo algunos de los coros más importantes y reconocidos del panorama coral de nuestro país hasta que un día, justo cuando habían llegado a uno de los puntos más altos de calidad artística, dejó de dirigirlos.
Si me permite la digresión, sospecho presuntuosamente que no somos nosotros quienes elegimos esta actividad, sino que parece ser ella quien nos elige y lo hace con tanto poder de seducción que es muy difícil sustraerse a sus mandatos.
Fiel a ese inescrutable destino, lo sorprendí, años después, enseñando a un pequeño grupo de niños sin experiencia, las mismas canciones que había enseñando veintitantos años atrás, con el mismo espíritu, con la misma humildad y con las mismas ilusiones de antaño.
Claro que paulatinamente, ese coro creció más y más hasta el momento de superar los logros anteriormente alcanzados.
Y lo mismo ocurrió más tarde con el Coro de la Familia del CCH. Y luego con Padua.
Cada vez que ud. comenzaba nuevamente, intentaba descubrir vanamente de donde sacaba energías para seguir apostando, para seguir creyendo, para seguir sembrando, para seguir luchando, para seguir creciendo…
Estimado Maestro, hay veces que la vida parece venírsenos encima y las frustraciones, la incomprensión, la intolerancia, el desanimo y el cansancio nos ganan. Y la noche termina imponiéndose.
Hay veces que no podemos soportar la responsabilidad de contener las angustias de quienes están a nuestro cargo, hay momentos que tomamos conciencia que nosotros somos más débiles, falibles e inseguros que el coreuta más nuevo. Hay momentos en que la ingratitud nos lacera y todo ello nos lleva a preguntarnos si realmente vale la pena todo lo que hicimos o hacemos.
Cuando llega ese momento, querido amigo, pienso en ud. y en la mayor enseñanza que su ejemplo pudo haberme dejado.
Alzo lentamente la cabeza, y a ese otro coro compuesto por los fracasos, las alegrías, las luces y las sombras que son nuestra vida le digo:
– Por favor, comencemos de nuevo.
– Todo “Da capo”.
– Nuevamente desde compás Uno.
Marcelo Valva
Sirva de biografía del maestro Aradas la presentación de su candidatura como Ciudadano Ilustre de Morón por el Sr. Campagnoli ante el Honorable Concejo Deliberante de Morón en la Sesión Especial del Jueves 14 de Octubre de 2004 y que le valió el nombramiento.
Edgardo Aradas
El maestro Edgardo Aradas, se recibe en 1954 como maestro normal nacional en la Escuela Normal de Profesores “Mariano Acosta”, y comienza desde entonces su labor docente a favor de la infancia.
Dos años después se diploma como profesor superior de Música y da a su vocación un nuevo giro, siendo fundador y director de innumerable cantidad de coros infantiles y juveniles, labor que le valió el reconocimiento nacional e internacional por su obra y su entrega.
Como docente de la Escuela N° 78 de Haedo, gestiona la creación de un jardín de infantes oficial y de un comedor escolar para niños carenciados, el que comienza a funcionar en 1966. También, dejándose llevar por su vocación docente y la convicción de que la educación es un derecho de todos -sin distinción de condición ni ideología-, funda la escuela para soldados analfabetos en Merlo.
Fue inspector de escuelas. En 1966 promueve la creación de una Comisión de Haedo, con representantes de todas las instituciones locales.
Dictó numerosas conferencias y ofreció conciertos didácticos en gran parte de la provincia de Buenos Aires. En el ámbito televisivo tuvo a su cargo un programa cultural en el viejo canal 11 llamado “Todos nosotros”.
En 1968 le es conferido el Premio Anual “Rotary Club” de Haedo, en mérito a los servicios prestados a la comunidad. En ese mismo año fue designado director honorario de la Escuela Coral de la Municipalidad de Morón. Apadrina -junto a los coros de Haedo- a escuelas humildes del noroeste argentino.
Por resolución ministerial, el coro de la Escuela N° 8 de Haedo -por él fundado- se transforma en “Coro Estable de Niños del Distrito Escolar Morón”.
Promovió y realizó intercambios culturales entre los coros de Morón y de otras provincias, realizando visitas a nuestra ciudad, y desde nuestra ciudad a otras provincias.
En 1974 es designado coordinador del Primer Festival Internacional de Coros, realizado en Mar del Plata.
En 1984 es invitado por la Municipalidad de Morón para participar con el Coro Juvenil de Haedo en la celebración de la “Semana de la Mujer”.
En su vasta trayectoria dictó numerosos cursos sobre la música y su didáctica -y la influencia de esta en la educación de los niños-, tanto para los docentes de Morón como para los de todos el país, e inclusive del extranjero.
En 1998 obtiene un reconocimiento de la UNESCO por su labor educativa
En 2001 recibe el “Premio a la Trayectoria Honorable” instituido por el Honorable Senado de la Nación a propuesta de la Organización Federada Argentina de Actividades Corales.
Su vida fue marcada por la fuerte convicción de que la música es uno de los medios más libres y completos para la educación de los niños y jóvenes. Por eso ha consagrado su vida a esta vocación que lo impulsó a seguir en este camino, más allá de la situación que viviera el país.
Su vida es la música, los niños y su educación. Al cumplirse en 2004 sus bodas de oro con la docencia, aún sigue trabajando por los niños y jóvenes de nuestro partido.