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“Vocalia Taldea”: de obligado cumplimiento, por Chema Morate

Publicado por el 29 November 2012 Sin Comentarios

“Vocalia Taldea”: de obligado cumplimiento

El tercero de los cuatro sábados que entre el 10 de Noviembre y el 1 de Diciembre, dedica el Orfeón Arandino a su XXIX Otoño Polifónico, llevó a la magestuosa Iglesia de Santa María la Real de Aranda de Duero (Burgos), al coro femenino de Vitoria-Gasteiz Vocalia Taldea, 22 mujeres y 1 contratenor dirigidos por Basilio Astúlez. Lo del “obligado cumplimiento”, viene a propósito de que allí donde les vean anunciados, no dejen de asistir a su concierto, porque les garantizo que disfrutarán de una extraordinaria exhibición coral, tanto en interesante y bien ordenado repertorio, como en interpretación brillante, bien dirigida y muy bien cantada.

Haciendo honor al recinto, plantearon un programa intitulado Música sacra de los siglos XX y XXI, que tenía a su vez dos dedicatorias: O Domine y María Mater, con 6 obras en cada una de éllas que, aún sumando 12, sólo presentaban 8 compositores.

Iniciaron con De profundis clamavi, Tracto de la Misa del Domingo de Septuagésima, del polaco Piotr Janczak (1972), que mostró ya a un grupo de voces maduras pero frescas, sin ningún vibrato ni peso inerte, perfectamente colocadas y emitidas con total limpieza, sin agudos apretados (tres de las sopranos son voces espléndidas, que se distinguen merced a la cercanía de nuestra ubicación, pero que unen sin problema en el sonido conjunto), con graves llenos, hermosos y coloreados (una contralto magnífica, dúctil, ideal para hacer cuerda) y unas voces intermedias siempre presentes, sólidas, con envidiable afinación, que sustentan toda estructura armónica indubitablemente, que denotan un largo trabajo desde edades tempranas y una técnica vocal perfectamente dominada por el Director.

La 1ª dupla correspondió al autor Xabier Sarasola (Beasain, 1960), de quien sonaron: Pueri hebraeorum, a 4, Antífona de Domingo de Ramos, suave y gozoso homenaje infantil al Hijo de David y el Himno de Pentecostés Veni Creator Spiritus, dos coros a 4, donde se siente la llegada de ese Espíritu desde lo alto y cómo se va derramando sobre todos con la policoralidad.

La 2ª fue para la donostiarra Eva Ugalde (1973): Salmo L de Cuaresma, a 3, Miserere, de gran belleza melódica, donde la concentración de Basilio apoyó levemente la afinación en la torna; y el Ave Maris Stella, a 4, en la dedicatoria a la Virgen, que rezumó Paz y dulzura.

El hondarribitarra Javi Busto (1949) sirvió la 3ª dupla a 4: el Improperio Popule meus hecho con trío solista y coro como corresponde al texto alternado, sin ninguna crispación y sí gran emoción; y el Himno mariano antifonal Salve Regina, donde la música hace cobrar al texto todo su valor.

La 4ª pareja fue para el filipino John August Pamintuan (1972): Crucifixus y Oremus, que cerraron cada bloque; trágico el primero, sílabas cortadas a cuchillo a tempo giusto por la sabia mano del Director, sin aspereza ni explosión, cayendo como una losa bajo el poder de Pilatos o atacando súbito “passus” con brillo y precisión; de nuevo juegos silábicos en la obra mariana, con controlada fuga o similar y gran trabajo de nuevo de Astúlez, asumiendo riesgo con total naturalidad.

Completaron el elenco de compositores, el finés Pekka Kostiainen (1944) con su Mater Christi, música “blanca” como los amaneceres y paisajes de su tierra, menos emotiva pero muy bien construída; Ave Maria del alemán Franz Biebl (1906-2001), a dos coros y solus, trío para narrar la Anunciación, a 4 para el saludo propio y la solista en la aceptación, luciendo el coro su flexibilidad y capacidad dinámica; y del canadiense David Keith McIntyre (1952), un delicioso juego de timbres y colores a 6 sobre las dos palabras Ave Maria, en ostinatos exactos de ritmo y medida.

El público que llenaba el Templo, siguió con atención todas las interpretaciones y las agradeció calurosamente, siendo recompensado con una versión del Mariam Matrem Virgine del Llivre Vermell en salida procesional del coro y la salmista en el púlpito, lo que propició una despedida triunfal.

En el intermedio, el director del Orfeón Arandino Juan Carlos Brogeras, entregó a su colega la “hoja” representativa del Otoño Polifónico, auténtico milagro de pervivencia y programación en tiempos que nos están haciendo tan duros para la Cultura en general y la Música en particular; ni el Estado ni nosotros merecemos semejante trato y el futuro nos lo demandará, si se persiste en esas políticas.

José Mª Morate Moyano


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