Fundación Juan March: los miércoles de diciembre “Creación y Apocalipsis”
Entre los miércoles 1 y 22 de diciembre, en la Fundación Juan March
“CREACIÓN Y APOCALIPSIS”
Tres conciertos que ilustran cómo la música ha recreado metafóricamente el nacimiento y la muerte del ser humano y las angustias vitales que esta última genera.
Tres conciertos de canto y piano; violín, violonchelo, clarinete y piano; y piano solo con músicas de Fauré, Debussy, Brahams, Mahler, Messiaen y Liszt.
Con el concierto que la mezzosoprano Elena Gragera y el pianista Antón Cardó ofrecen el miércoles 1 de diciembre, a las 19,30 horas, se inicia el ciclo ”CREACIÓN Y APOCALIPSIS”, que ha organizado la Fundación Juan March (www.march.es, también en Facebook) para este mes de diciembre. El ciclo ilustra el modo en que la música –de una forma sutil y abstracta como pocas otras artes pueden lograr– ha sido empleada para recrear o evocar la Creación y el Apocalipsis. Momentos estos que deben entenderse no solo como el comienzo y el fin de la Historia, sino también metafóricamente como el nacimiento y la muerte del ser humano y las angustias vitales que esta última puede generar. Los conciertos se transmiten por Radio Clásica, de RNE.
Parece lógico pensar que el compositor que aspirara a recrear unos episodios de semejante trascendencia optara por utilizar una masa orquestal y vocal de grandes dimensiones. El oratorio La Creación de Joseph Haydn o el ballet La creación del mundo de Darius Milhaud son algunos de los ejemplos más conocidos. Aunque los formatos habituales en la música de cámara pudieran parecer poco apropiados para emular sentimientos de tal envergadura, los programas de este ciclo presentan casos igualmente emblemáticos que remiten a la Creación o el Apocalipsis.
Así ocurre respectivamente con los ciclos de canciones La Chanson d’Ève de Gabriel Fauré y Vier Ernste Gesänge de Johannes Brahms, o con el Quatuor pour la fin du temps de Olivier Messiaen, compuesto en trágicas circunstancias de cautiverio en un campo de concentración. Pero pocos compositores han sabido evocar mundos tan distintos como hiciera Franz Liszt, representado en este ciclo con un concierto monográfico, a través de su música para piano a solo, desde una escena dantesca en su Fantasia quasi una sonata hasta los infernales Valses Mephisto.
La mezzosoprano ELENA GRAGERA, acompañada al piano por ANTÓN CARDÓ, ofrece, el miércoles 1 de diciembre, obras de Gabriel Fauré, Claude Debussy, Johannes Brahms y Gustav Mahler.
El miércoles 15 de diciembre, LETICIA MUÑOZ MORENO, violín, ADOLFO GUTIÉRREZ ARENAS, violonchelo, SACHA RATTLE, clarinete, y ZEYNEP ÖZSUCA, piano, interpretan obras de Johannes Brahms y Olivier Messiaen.
El ciclo concluye el miércoles 22 de diciembre con un recital al piano de MIRIAM GÓMEZ-MORÁN basado en obras de Franz Liszt.
El musicólogo italiano Stefano Russomanno, coordinador de la sección de música del suplemento cultural del ABC, es el autor de la introducción y las notas del programa de mano. A su introducción corresponden estos párrafos.
Música y creación tiene una estrecha vinculación en el pensamiento occidental, principalmente a través del pi¬tagorismo. Para Pitágoras (560-480 a. C.), el número era la sustancia de todas las cosas, el principio subyacente gracias al cual el universo se constituía en una unidad armoniosa, ordenada y orgánica. Al descubrir que las relaciones entre sonidos se definían por medio de proporciones matemáticas, llegó a la conclusión de que existía una afinidad sustancial entre las leyes que rigen la música y las que rigen el cosmos. “Todo lo que acontece en el cielo y en la tierra está someti¬do a leyes musicales”, escribirá siglos más tarde Cassiodoro. Coincidencias sorprendentes no faltaban: las siete notas de la escala musical, por ejemplo, se correspondían en número a los cuerpos celestes “móviles” de la astronomías antigua: el Sol, la Luna, Mercurio, Venus, Martes, Júpiter y Saturno.
Pero el tema de la Creación despierta también en los mú¬sicos el reto de representar por medio de los sonidos el mo¬mento en que todo empezó: el universo, la Tierra, la vida, el primer hombre… Los compositores barrocos son de los pri¬meros en aceptar el desafío, con un virtuosismo imaginativo que antes se creía al alcance sólo de la literatura y la pintura. Un lugar destacado en este peculiar apartado le corresponde al francés Jean-Féry Rebel, autor en 1737 de la suite orquestal Les Éléments. La pieza sin duda más interesante es la prime¬ra: “El caos”, original traducción sonora del proceso a través del cual la materia pasa de una primordial condición caótica a un orden armonioso. Sin duda, la “Creación” musical más emblemática se la de-bemos a Haydn y a su homónimo oratorio (1798). Nada más empezar el oratorio, nos encontramos con la representación del caos primigenio. Abierto por un contundente unísono de todos los instrumentos sobre la nota Do, el discurso musical evoluciona a partir de breves figuras de los violines que van desplegándose gradualmente entre colisiones abruptas, en un contexto de inestabilidad armónica que con el paso de los minutos alcanza firmeza y equilibrio de forma progresiva. Tras un brumoso e incierto inicio en Do menor, otro elemen¬to de fuerte sugestión es el inesperado sobresalto que produ¬ce la explosión en fortissimo del acorde de Do mayor cuan¬do el coro llega a las palabras “Es werde Licht, Und es ward Licht” (“Haya luz, y hubo luz”): un sobrecogedor y repentino estallido luminoso que nos confirma, una vez más, a Haydn como incomparable maestro en el manejo de las “sorpresas”.
Si a la hora de representar musicalmente la Creación, la Biblia ha proporcionado –a través del relato del Génesis– una base común a muchos compositores, lo mismo se puede decir en el caso del Apocalipsis. Pero con una variante muy sig¬nificativa. El texto de San Juan, en su visionario despliegue imaginativo, brinda a los músicos un importante conjunto de referencias sonoras. Aun así, el tema del Apocalipsis despierta en los composito¬res barrocos un interés inferior al de la Creación. Un caso peculiar es el de la cantata BWV 50 Nun ist das Heil und die Kraft de Johann Sebastian Bach. El coro introductorio, el único que ha llegado hasta no¬sotros, se basa en un pasaje del Apocalipsis (12:10) referido a la lucha entre el arcángel Miguel y la Serpiente: “Ahora ya ha llegado la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios y la potestad de su Cristo, porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios”. El episodio, una imponente fuga para doble coro, ha sido una mina inagotable para los estudiosos de la numerología bachiana.
Por lo general, más que gozar de un tratamiento propio y au-tónomamente desarrollado del texto bíblico, el tema apoca¬líptico acostumbra integrarse en el réquiem, donde encuen¬tra un nicho privilegiado en la sección del Dies irae: una ten¬dencia, ésta, destinada a prolongarse a lo largo del clasicismo y el romanticismo. Al romanticismo, y a Wagner en concreto, le debemos sin embargo la que quizá sea la más “apocalípti¬ca” de todas las óperas, El ocaso de los dioses, con la destruc¬ción final del Walhalla. En las postrimerías del siglo XIX, un sentimiento de catástrofe –ora estruendoso, ora callado– im¬pregna la música de Gustav Mahler.