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Elías, Mendelssohn y el album de Humboldt, por Juan de Dios Tallo

Publicado por el 23 February 2012 1 Comentario

Elías, Mendelssohn y el album de Humboldt.

Dedicado a la Sociedad Coral de Madrid que interpretará el Elías de Mendelssohn en el Auditorio Nacional de Madrid el 16 de marzo del 2012

I. MENDELSSOHN. La historia de cómo fue posible un oratorio cien años después de la muerte de Bach

Berlín, mayo de 1945. La oscuridad destructora

La batalla y caída de Berlín en 1945 implicó, entre otros muchos desastres, la destrucción por parte de los soldados rusos del archivo y biblioteca de uno de los naturalistas más importantes de todos los tiempos: Alexander von Humboldt. Sin embargo, un pequeño album de fotografías se salvó. Von Humboldt estuvo muy interesado en la invención de la fotografía y un amigo y maestro suyo W. H. Fox Talbot le dedicó este album allá por 1843 en los albores de la fotografía. Desde que Daguerre inventara la forma de captar la luz en una placa en 1839 y Fox Talbot de usar el negativo, von Humboldt siguió apasionadamente todos los pasos del nuevo y revolucionario invento y su album se encuentra hoy expuesto en la Colección AGFA del Museum Ludwig de Colonia que se encuentra justo detrás de la imponente catedral.

Berlín, marzo de 1829. La luz también puede oírse o la importancia de un oratorio.

Von Humboldt conocía muy bien al joven Felix. De hecho, el Berlin culto de aquella época, esa clase llamada la Bildungsbürgertum, conocía bien a la familia Mendelssohn Bartholdi. La madre, Lea Salomon, era una mujer extraordinariamente cultivada que abría su sofisticado salón a reuniones y tertulias del más alto nivel y que eran frecuentadas por personalidades como Heine, Hegel y los hermanos von Humboldt. En aquellas reuniones los hermanos Felix y Fanny Mendelssohn tocaban a  veces el piano a cuatro manos. La casa del número 3 de la Leipziger Strasse se convertía en una especie de núcleo cultural importante. En ella los jóvenes Mendelssohn adquieren un conocimiento de primera mano de los personajes más destacados de la cultura alemana del siglo XIX.

En marzo 1829, Humboldt y otras importantes personalidades, asiduas del domicilio antes indicado, sabían que el joven Mendelssohn estaba embarcado en un increíble proyecto: Pretendía volver a ofrecer al público alemán la Pasión según San Mateo de Johann Sebastian Bach. El 11 de marzo de 1829 va a ser el gran día del reestreno de la magna obra que podrá volverse a oír desde aquel lejano 1746.

Imaginamos un día más bien frío de final de invierno en Berlín. El público se arremolina frente a la sala de conciertos de la Sigakademie que existe actualmente como Teatro Máximo Gorki detrás del monumento al soldado desconocido.  La familia real prusiana asistirá a este  concierto al que se acude con gran interés. Humboldt puede ver la animación que reina en la platea mientras busca su asiento. El director de la ópera berlinesa Gaspare Spontini está saludando a Zelter, el director de la Singakademie, que cede sala, coro y orquesta. No se le ve del todo seguro de que haya sido una buena idea. Ha tratado de disuadir a su alumno de esta aventura, pero poco a poco se ha ido ilusionando por el proyecto. Su amor por Bach es inmenso. A medida que el público va llenando la sala, se puede ver a gente como G.W.F. Hegel rodeado por otras personalidades que le quieren saludar. Su nombramiento como rector de la Universidad de Berlín se sabe próximo y se le acercan políticos, académicos, empresarios etc.. Humboldt ha visto a Heine de lejos y con la vista busca a su hermano Wilhelm pues supone que debe de haber llegado ya. Están todos los asiduos al salón de Lea Salomon: Schleiermacher y la vieja amiga de la familia Rahel Varnhagen tan inteligente y tan elegante como siempre.

Los miembros de la orquesta se van sentando y lo mismo hace el coro de 158 voces. Todo este montaje lo va a dirigir este joven de veinte años, una promesa en el panorama musical prusiano: Félix Mendelssohn Bartholdi. Por fin se sienta al piano y desde él se dispone a dirigir toda la obra de memoria.

El éxito es enorme, el público está exultante. Los berlineses sienten que han recuperado un tesoro. Carl F.Zelter respira aliviado por no decir entusiasmado y el joven Felix está profundamente emocionado. Este será un acontecimiento del que se hablará durante mucho tiempo.

Berlín, marzo de 1823. El oratorio quiere ver la luz o el origen del origen

Es el cumpleaños de Félix y su abuela quiere hacerle un regalo muy especial. Lo que la abuela no sabe es la cadena de acontecimientos que está a punto de desencadenar. La buena señora quiere regalar a su nieto algo que nadie tiene y que sabe que a Felix le hará muchísima ilusión. Visita al director de la Sigakademie de Berlín y le pide que le deje encargar una copia del manuscrito de la Pasión según San Mateo de Johann Sebastian Bach que allí se custodia. El bueno de Carl Friedrich Zelter consiente y Felix no puede creer lo que tiene entre manos cuando ve el regalo de la abuela, al fin y al cabo es un tesoro que ni Mozart ni Beethoven pudieron conseguir.

Zelter sabe que su joven alumno es un devoto de Bach, es un excelente muchacho y un músico de unas dotes inauditas. Lo mejor que él ha conocido. Por eso, sabe que Mendelssohn se zambullirá en el estudio de la partitura y que extraerá de ella todo lo que esos pentagramas puedan ofrecer.

El viejo maestro no se equivoca. El Mendelssohn que conocemos empieza a formarse entonces. Su amor por Bach es ahora inconmensurable, su admiración infinita. Piensa que si va a dedicarse a la música, Bach será su guía.

Dos años antes Zelter hizo a su alumno otro regalo de similar calibre. Le llevó a Weimar para conocer a Goethe. Este encuentro entre el adolescente y el sabio anciano ha dado lugar a mucha literatura. Goethe queda encantado con este mozalbete que es capaz de tocar a Bach y de improvisar al piano tan admirablemente. Le cae bien ese interés del joven por la música que tanto le gustó en su remota adolescencia y que siempre consideró superior a las músicas entonces en boga, como la del exaltado Beethoven, que tuvo la ocasión de conocer en el balneario de Teplitz, o a la del joven malogrado Schubert.

En 1827 tiene lugar otro encuentro importante en la construcción del Mendelssohn compositor y se localiza en Heidelberg donde fue de excursión a pie llevado por su afición al aire libre y a la montaña. Quiere visitar al autor de un curioso libro  llamado Sobre la pureza de la música de nombre Justus Thibaut. El concepto pureza tiene para este extraño y eminente jurisconsulto, que había estudiado con Kant en Königsberg, un sentido en estética aparte de la acepción habitual en ética. La pureza desde el punto de vista musical se encuentra según Thibaut en la estructura de intervalos y movimiento de la polifonía del siglo XVI y más concretamente en la del abulense Tomás Luis de Victoria. Este autor no era muy conocido por Mendelssohn hasta el año siguiente en que tuvo la oportunidad de comprender las ideas de Thibaut escuchando en Viernes Santo La Pasión según San Juan de Victoria, cuando estaba de visita en el Vaticano. Felix escribe a su hermana Fanny:

La Pasión se cantó primero y esta vez logré enterarme y seguir la obra hasta el final. Las partes son esencialmente las mismas que en Bach; Jesús era cantado por una bella voz de bajo y el Evangelista por un barítono bastante chillón. Los coros del pueblo son de Victoria. Las palabras se cantan una vez, en frases muy cortas y a cuatro voces, sin ejecución instrumental alguna y, por tanto, estas frases musicales cortas son muy importantes para meterse en el proceso increíblemente monótono de la Pasión…

Zelter se encontraba en casa tocando el piano cuando recibió la visita de dos alumnos distinguidos de la Singakademie, eran Felix Mendelssohn y Eduard Devrient, dos amigos que tienen en mente un proyecto descabellado: montar una Pasión según San Mateo en la Singakademie contando con su orquesta y su coro. Zelter no sale de su asombro y amablemente les manifiesta la imposibilidad del proyecto. Felix parece comprender los razonables argumentos del maestro. Sin embargo, Devrient más enérgico y decidido defiende con ardor su causa. Zelter empieza a impacientarse y Devrient persiste en su idea. Zelter está francamente enfadado y Mendelssohn tira de la manga a su amigo, pero Devrient cree percibir indicios de debilidad en la posición de Zelter y se crece en su discurso vehemente. La intuición de Devrient es acertada y Zelter finalmente cede y consiente en el proyecto. Al fin y al cabo, él es el principal responsable del entusiasmo bachiano de sus alumnos. Sin encomendarse a nadie, Mendelssohn lleva ya tiempo ensayando en casa con 16 cantantes. Todo se organiza rápidamente. El coro empieza los ensayos el 2 de marzo y la orquesta se une el 6. El resto ya lo hemos contado.

Para entender al compositor romántico más prolífico e interesado en la música coral y especialmente en la religiosa es preciso conocer su interés por Bach y por Victoria, por no mencionar la influencia de Zelter y de Thibaut. No obstante, también es preciso saber más sobre otros aspectos de este músico tan complejo. Debemos ahondar ahora en su interés por la religión y su actitud sumamente devota que, por su origen judío, se ha puesto en duda tantas veces. En definitiva, debemos entender como un compositor de ascendencia judía se convierte en el principal compositor de oratorios del periodo romántico

Es conocido el origen judío de la familia. El apellido Mendelssohn es definitivamente asquenazí. El abuelo es además un personaje muy conocido. Moses Mendelssohn es un filósofo con cierta proyección en Alemania por su empeño en demostrar que la tradición judía debería tener por coherencia un encaje perfecto en el mundo ilustrado. Su hijo y padre de Felix, Abraham, es un hombre prágmático y se plantea el papel de una familia judía con pretensiones en un mundo tan preponderantemente protestante. Del abuelo queda la idea de la importancia de la moral. Por eso, Abraham Mendelssohn llega a la conclusión de que convertirse al cristianismo no es ningún drama, pues el código ético cristiano es perfectamente asumible por una persona de principios y de orden como es él:

La fé cristiana no contiene nada que pueda apartarte de lo que es bueno y tiene mucho que te guía hacia el amor, la obediencia, la tolerancia y la resignación, incluso sólo ofrecida por el ejemplo de su Fundador, entendido por tan pocos y seguido por menos aún.

Abraham Mendelssohn.

Por ello, de acuerdo con su mujer Lea, Abraham decide en primer lugar no circuncidar a sus hijos y bautizarlos cuando Felix tiene 7 años, en 1816. Cuatro años más tarde son ellos mismos, los padres, los que también se bautizan. Esta conversión tan reflexionada, pero tan peculiar, levanta la suspicacia de numerosos contemporáneos que no la verán como auténtica. Félix será visto en vida y después como un falso converso en no pocas ocasiones.

La realidad puede haber sido muy distinta. La obra de Mendelssohn y muchas de sus declaraciones delatan un cristiano luterano convencido y con una vena pía muy acusada. Recordemos que de Mendelssohn sabemos mucho. Se conservan sus cartas (mas de cinco mil) y muchas de las dirigidas a él, como las de su hermana (varias miles también). Con todo este material y con su obra coral podemos decir que es el autor de música religiosa del periodo romántico por excelencia. Dos grandes sinfonías de tema religioso una de ellas con coro, oratorios, salmos, motetes y, si seguimos, encontramos algún que otro Te Deum, algún Magnificat, misas etc. Una obra enorme, un tesoro para la música coral a la que hay que sumar unas cincuenta obras sacras a capella. La mayoría escritas a partir del año siguiente de estrenar La Pasión según san Mateo.

Aquella jornada memorable en honor de Bach en la Singakademie, marca la carrera del joven Mendelssohn tanto como su sentimiento religioso. Su amigo Julius Schubring, del que hablaremos luego, lo establece bien claramente:

El carácter de Mendelssohn poseía un sentimiento religioso profundo desde su misma base. (..) Cuando quiero recordar el sentimiento religioso tan serio que perseguía su arte, veo como su ejercicio aparecía siempre como si fuera un deber sagrado; como la primera página de cada una de sus composiciones tenía impresa la inicial de una oración; (…). En una ocasión me dijo que la música sacra como tal no podía estar más alto en su estima que cualquier otra, porque cada tipo de música, a su manera, debía expresar la gloria de Dios.

Düsseldorf. Mayo de 1836, el oratorio ve definitivamente la luz, Paulus es la prueba

Una vez devuelto Bach al público alemán Mendelssohn también le trae de vuelta a Haendel. En 1833 estrena en el Festival del Bajo Rin de Düseldorff Israel en Egipto. Pero para emular el oratorio de Bach o Haendel, este ya maestro consagrado espera a mayo de 1836 en que estrena su primer gran oratorio propio, el Paulus.

Llevaba entonces un año residiendo en Leipzig, pues había sido nombrado director de la prestigiosa orquesta de la Gewandhaus. Ese año 1835 supone para él perder a su padre, al que dedica mucho tiempo en su agonía, pero aun así saca tiempo también para la música. Al año siguiente es nombrado doctor en Filosofía y Bellas Artes y en 1837 se casa con Cécile Jean-Renaud.

En este frenético bienio Mendelssohn escribe una carta a su amigo Carl Klingemann, libretista de su gran éxito Paulus y diplomático en Londres:

“… Miles de gracias por todos los cuidados y el interés que te has tomado en todo este asunto. No te quepa duda de la importancia que ha tenido para mi la perfección mostrada tanto en la interpretación como en los arreglos, por lo que déjame que vuelva agradecerte todo otra vez.

Sin embargo, me gustaría que supieras que todavía podrías haberme hecho un favor mayor escribiéndome un nuevo oratorio en vez de trabajar tanto para el otro. (…)

Siento que tendría que agradecerte desde el fondo de mi corazón si me mostraras que te ha gustado tanto este oratorio como para escribirme otro si pudieras emplear todo el cuidado y empeño que le diste al “Paulus” a un “Elias” o a un “San Pedro”, o incluso, a un “Og de Basán”.


II. ELÍAS. La historia de cómo se escribió y estrenó este gran oratorio

Leipzig. Agosto de 1836. La idea luminosa. Elías puede ya soñar con su carro de fuego.

Una  carta del 12 de agosto de 1836 es la más antigua referencia de la que disponemos que muestra inequívocamente la voluntad de Mendelssohn por escribir un Oratorio sobre Elias. Es una prueba definitiva de que el interés de Mendelssohn por el oratorio como forma musical es muy fuerte. Acaba de estrenar el primero de ellos trece años después de reestrenar la Pasión según San Mateo en Berlín. En febrero de 1837 vuelve a la carga con su libretista Klingemann:

“…y aquí viene mi petición. Escríbeme antes de pocas semanas el texto para un oratorio bíblico para que me pueda poner a componer durante el próximo verano. La última vez que te hablé sobre ello te dije que me daba igual un “San Pedro” o un “Elias”. Pero ahora te digo que prefiero “Elias”. Divide la obra en dos o tres partes, escríbelo para coros y arias. En verso o prosa, como quieras; o sácalo del libro de los Salmos o de los profetas con coros poderosos y envíamelo. La traducción de los oratorios de Haendel te dió tan pocos problemas que pienso que sólo te llevará unas cuantas tardes. Échale ganas y mi texto quedará acabado. Dale un aire dramático como un “Judas Macabeo” o épico, o haz un combinado. Quedaré satisfecho con lo que me hagas. No necesitas mi consejo. Escribe lo que creas mejor y entonces me pondré a componer en seguida.” (…)

El 30 de abril de 1837 Mendelssohn se supone que estaba de viaje de novios, pero él sigue con su tema. Escribe a Klingemann en estos términos:

“… ¿Estarás pronto en condiciones de cumplir lo prometido sobre el “Elias”? Perdona las prisas. No es mi culpa sino de las circunstancias. Me parece un error imaginar que uno pueda causar una impresión duradera con sólo una obra (…) Por eso, quiero escribir más música sacra pronto. (…) las sociedades corales, por otra parte, ahora van bien y suspiran por música nueva; Me gustaría darles algo que les complaciera incluso más que el Paulus. Ayúdame en esto y envíame el texto de un nuevo oratorio.”

Klingemann se hace de rogar y no escribe el oratorio para el verano. Sin embargo, en otoño Mendelssohn viaja a Londres y se hospeda en su casa. Allí pasan dos mañanas completas diseñando el plan general del nuevo oratorio Elías. Klingemann se queda con el esquema para desarrollarlo en verso. Durante un tiempo, continua la correspondencia entre ambos tratando del asunto

No obstante, ya en otoño del 1837 Klingemann devuelve el esquema a Mendelssohn  dejando claro que no va a seguir con el proyecto. Mendelssohn recurre entonces a un amigo de la infancia llamado Julius Schubring, un eclesiástico rector de la iglesia de San Jorge en Dessau. Otro Julius Schubring, hijo del anterior, ha salvado la correspondencia entre compositor y libretista.

En una de las primeras cartas a este nuevo fichaje Mendelssohn le dice:

(…) Estoy más que ansioso de hacer justicia al elemento dramático y, como dice usted, no debe introducirse narrativa épica. Me alegra saber que busca siempre el sentido comovedor de las Sagradas Escrituras. Pero si puedo hacer una observación, es que de buen grado haría el elemento dramático más prominente e, incluso, más exuberante y definido -Llamada y réplica, pregunta y respuesta, interrupciones súbitas, etc., etc. (…)

Ya va dando Mendelssohn orientaciones al libretista desde el primer momento. Y no parará hasta el final. No quiere escribir el libreto porque se sabe poco perito en estas cosas, pero ello no quiere decir que no supervise el texto renglón por renglón.

En otra carta que le dirige poco después, vuelve a la carga:

(…) Los personajes deben actuar y hablar como si fueran seres vivos -Por todos los Santos, que no sea un mero cuadro musical, sino un mundo real tal y como se ve en cada capítulo del Antiguo Testamento; y el elemento patético y dramático, que desea usted, debe ir dirigido a reforzar la comprensión por las palabras y el humor de los personajes (…)

Debemos decir que esta correspondencia dura siete años, número muy bíblico. Entre tanto Mendelssohn compone y estrena muchas cosas. El ritmo del proceso se acelera en el verano de 1845 cuando recibe una carta de Birmingham.

Leipzig. Mayo de 1846. El encargo que provoca el alumbramiento. Elías hablará inglés.

El Comité del Festival Musical de Birmingham está preparando su gran festival trianual para 1846. Este magno evento se remonta a 1768 y puede presumir de la mejor reputación en Europa. Estos buenos ingleses, al invitar a Mendelssohn se jactarán de ser el origen de este oratorio Elias o, a la inglesa, Elijah. Ya vemos que no es exacto, pero sin ellos, y dado que nuestro músico muere poco después en 1847, el Elías bien pudo quedar en esbozo o simple esquema.

Mendelssohn responde al comité en su excelente inglés y, después de deshacerse en agradecimientos, les dice:

(…) Hace ya algún tiempo que empecé un oratorio, y espero poder estrenarlo en su Festival; pero estoy en los comienzos y todavía no puedo prometer el poder terminarlo a tiempo. (…)

La cierto es que no hay mucho tiempo y, una vez que conocemos la magnitud de la obra, intuimos que Mendelssohn no piensa en una de medianas dimensiones como su Salmo 42 Op. 42, sino en algo más a lo Pasión según San Mateo o su anterior Paulus.

Mendelssohn trabaja infatigablemente. Tan enfrascado está que reconoce que hay días que sus hijos van a su cuarto para llevarle literalmente a rastras para cenar.

Por fin el libreto está listo, pero ahora hay que traducirlo. El marcaje al que Mendelssohn sometía al libretista lo dirige ahora hacia el traductor, que por decisión suya será el señor William Bartholomew, viejo conocido y traductor con el que ya ha trabajado anteriormente. No en vano Mendelssohn le llama el traductor par excellence. Como él, Bartholomew es un prodigio de conocimientos pues es químico, violinista, políglota y un prestigioso pintor de flores.

Leipzig, 11 de mayo de 1846

Mi querido señor:

Muchas gracias por su amable carta del 4, a la cual me apresuro a contestar diciéndole que el oratorio para el Festival de Birmingham no es la Atalía (Ni el Edipo, por supuesto) sino una mucho más grande y (para mí) más importante que esas dos juntas. No la he terminado , pero en ello estoy para terminarla a tiempo; pretendo enviarle la primera parte (la más larga de las dos) en el curso de los próximos diez o doce días. (…) Dele sus mejores palabras inglesas, porque pongo en esta obra más interés que en cualquier otra de las mías. Y así deseo que se mantenga.

Siempre sinceramente suyo:

Felix Mendelssohn Bartholdi.

La correspondencia entre ambos es permanente. Mendelssohn opina, corrige, propone frase por frase, palabra por palabra.

Quedan sólo dos meses y la obra no está del todo copiada. De todas formas se puede enviar un primer ejemplar con las partes corales. Las copias están llenas de correcciones en negro, azul y rojo. Se empiezan a copiar para los cantantes, pero es difícil a veces descifrar lo impreso en ese maremagnun de tachones, llamadas, flechas y correciones. Mr. Stimpson, el preparador del coro, está muy ilusionado, pero está un tanto desbordado con el desbarajuste de las copias y el poco tiempo del que dispone. Los dos primeros coros de la segunda parte llegan 23 días antes del estreno y el último coro llega semana y media antes. Los coralistas tienen que emplearse a fondo para aprender tanta música.

Poco antes del estreno aparece una dificultad. Mendelssohn es informado de que el aria de la segunda parte Sei stille dem Herrn que traducida la inglés es O rest in the Lord se parece mucho a una conocida canción escocesa llamada Auld Robin Gray. Mendelssohn decide quitarla. Sin embargo, sus amigos ingleses presionan para que altere alguna nota y la deje. Bartholomew le escribe:

¿Porqué omitir la canción O rest, cuando cambiar meramente una nota o dos de la melodía haría olvidar el parecido y creo que no estropearía la canción en sí?. Si la omite usted, y especialmente por tal razón, quedaré muy apenado.

Mendelssohn queda conmovido y escribe:

Sobre la canción O rest in the Lord ya arreglaremos lo que sea cuando nos veamos.

Mendelssohn finalmente altera la 5ª nota poniendo un do en vez del sol original. Aunque es interesante hacer notar que en la coda vuelve a aparecer la melodía sin alterar.

Birmingham. Agosto de1846. Elías logra subir al cielo en carro de fuego

Por fin llega nuestro hombre a Londres un 17 de agosto y se hospeda en casa de su amigo Klingeman en Hobart Place número 4 de la Eaton Square, se ensayan los solos en el piano de la casa de su amigo Moscheles en el número 3 de Chester Place, Regents Park. El sábado anterior al festival sale un tren especial de la estación de Euston con el compositor, los cantantes, la orquesta y los participantes del coro con residencia en Londres. El lunes por la mañana hay un ensayo general en el ayuntamiento y allí Mendelssohn es recibido como un héroe. La orquesta está formada por 129 músicos, el coro por 79 sopranos, 60 altos (todos hombres, Mendelssohn los llama “altos barbudos”), 60 tenores y 72 bajos. Total 271 cantores.

El 26 de agosto tiene lugar el estreno de la obra en el Ayuntamiento de Birmingham. Bartholomew narra como se desarrolla el concierto:

El noble ayuntamiento estaba atestado a última hora de la mañana con una audiencia brillante y expectante. Era un momento solemne y emocionante. Todas las miradas se dirigían al atril del director, cuando a las once y media una aclamación ensordecedora de la orquesta y coro anunciaba la llegada del gran compositor.

El éxito fue clamoroso y el compositor y director tuvo que salir a saludar innumerables veces. Estaba abrumado por las constantes ovaciones. Ocho números tuvieron que ser repetidos. En la segunda parte hubo algunos fallos, pero Mendelssohn estaba encantado con el trabajo realizado por la orquesta y coro. Agradeció efusivamente la labor del preparador Mr. Stimpsom:

¿Cómo podría corresponder por todo lo que ha hecho usted por mi obra? .

Ciertamente, el estreno del Elías excedió todos los deseos que un compositor pueda sentir en un momento tan importante. La evidente buena voluntad de todos los músicos de la orquesta, así como la amabilidad con que el público recibió la obra será mientras viva un recuerdo agradecido.

Lamentablemente no vivirá mucho más, no le queda ni un año de vida. De hecho los que le conocían de anteriores visitas a Inglaterra están impresionados por su aspecto tan delgado, casi demacrado, la calvicie es mayor  y todo él presenta un aspecto de gran fragilidad.

Londres. Abril 1847. Últimos destellos luminosos. La despedida.

De vuelta a Leipzig Mendelssohn se pone manos a la obra para revisar la partitura de arriba a abajo. Todavía volverá a Londres en abril 1847 para reestrenar el Elias en el Exeter Hall, esta vez en la versión revisada y definitiva. A este nuevo estreno asistieron la reina y su marido el príncipe consorte. Los diversos compromisos le obligan a dirigir la obra en Manchester y de nuevo en Birmingham, seis conciertos en quince días agotadores. Su salud estará realmente perjudicada para entonces. A la vuelta se entera de la muerte de su hermana Fanny. Esta noticia le hundirá anímicamente y su mujer, sumamente preocupada, se lo lleva a la localidad suiza de Vevey para cambiar de aires e intentar recuperar la salud. Todo es inútil, por lo que vuelven a casa.

Leipzig. Noviembre 1847. La luz se apaga. Final en mi menor.

El 9 de octubre sufre un ataque de apoplejía y pronto dos más. Muere el 4 de noviembre en Leipzig, tenía 39 años. El funeral fue imponente. Hubo una procesión a la que asisitió una multitud de admiradores y estudiantes. Uno de ellos llevaba un cojín con una corona y la condecoración de la Orden “Pour le merit” que le había concedido el rey de Prusia. La procesión se encaminó a la Iglesia de San Pablo mientras la banda iba tocando la Marcha fúnebre en mi menor, arreglo de uno de sus Lieder ohne Worte. Para terminar el oficio religioso el coro cantó el número final de la Pasión según San Mateo de Bach. Ya de noche su cuerpo fue llevado a Berlín y fue enterrado junto a su hermana Fanny.

Sus hijos con los que tenía tan afectuosa relación no continuarán la estela musical de su padre. Seguirán en el mundo de los negocios. En Berlín la Banca Mendelssohn abrirá sede en la burguesa sede de la Jägerstrasse.. Si pasais por la bella plaza de la Gendarmenmarkt, admirad el teatro obra de Schinkel con la estatua de Schiller delante y enfilad la Jägerstrasse que sale de enfrente. Veréis un panel instalado en medio de la acera que ofrece al viandante curioso una descripción y explicación de los elegantes edificios que componían la calle y que quedaron destruidos en la guerra. Allí está el edificio de esta familia de banqueros. En este panel se explica la trayectoria empresarial de la familia y allí leemos que Paul Mendelssohn Bartholdi, hijo de Felix y químico de profesión e interesado en el entonces novedoso proceso de fabricación de anilinas, funda una empresa llamada “Aktiengesellschaft für Anilinfabrikation” que pronto se especializará en los nuevos procesos fotográficos de captación de la luz adoptando las siglas AGFA.

La vida de Mendelssohn fue la de un rico burgués alemán del siglo XIX, apacible y poco aventurera. Es su genio el que le hace fijarse en una historia como la de Elías, que es una narración bastante inverosímil aunque cargada de simbolismos. Pero, por muy extraña que sea una historia, la realidad supera siempre a la ficción que se supone exclusiva del arte. Si centramos la atención un poco en aquella velada musical berlinesa, Alexander von Humboldt no sospechaba que la universidad que se encuentra a muy poca distancia de la sala de la Singakademie llevaría su nombre y no podía ni saber ni imaginar la peripecia de ese pequeño álbum del Museo Ludwig, salvado milagrosamente de una catástrofe entonces imposible ni de prever ni tan siquiera de concebir. Aquel album todavía no le había sido regalado por Fox Talbot para llenar de fotografías, (que todavía no se habían inventado). Acabaría, como sabemos,  bien guardado en la colección expuesta en el museo citado y que pertenece a la compañía fundada por un hijo, todavía no nacido, de aquel joven asombroso que se atrevió a dirigir la Pasión según San Mateo de Bach en Berlín, ante las fuerzas vivas y la intelectualidad de Prusia y que modeló durante años una obra musical riquísima que culmina en la ambiciosa empresa de componer el gran oratorio romántico, su testamento musical. Lástima que de esa ocasión tan luminosa no nos quedara una imagen. Ni una foto, ni una de esas preciosas acuarelas que a Mendelssohn le gustaba pintar.

III. Elías. El oratorio deconstruído

Partamos de la hipótesis que se diría más plausible. Más allá de posibles polémicas, parece claro que Felix Mendelssohn es un cristiano luterano sincero que no reniega de su tradición familiar, pero que tampoco la siente como un lastre. Hay aspectos interesantes que es preciso observar con atención desde el principio. Uno es que hay dos oratorios en su producción. Uno, Paulus, es la historia del más famoso e influyente converso de todos los tiempos. Saulo – Pablo cae del caballo camino de Damasco y allí se convierte ante la pregunta del Cristo aparecido “¿Porqué me persigues?”. El perseguidor se convierte en perseguido. Saulo abandona sus creencias antiguas para abrazar otras nuevas, para seguir al Dios verdadero.

Estre tema es recurrente en Elías. Este personaje tan particular es un instrumento del Dios de Israel para convertir a los descarriados que alaban al dios fenicio Baal Marduk que la reina Jezabel ha logrado imponer en el reino. Es una nueva historia de conversiones, de alcanzar la luz y de abandonar las tinieblas. Es interesante la figura del profeta elegido pues tiene su vertiente ecuménica. Se trata de un profeta en las religiones judía, cristiana y musulmana, sin olvidar que su correlato griego Helios le acerca a la tradición clásica. Se diría que Mendelssohn se vió influido por la inmejorable acogida que sus mentores intelectuales, el teologo Schleiermacher y su abuelo, el filósofo Moses Mendelssohn hubieran dado al tema elegido.

Por ello, el oratorio Elías se convierte en un puente cultural y espacio temporal. Efectivamente, es un puente entre culturas y es un puente en el tiempo, es el exponente de una tradición barroca en el mundo romántico. Si se dispone a escribir un oratorio, su luz inspiradora será Bach con la transparencia y pureza que comparte con Victoria, según la idea de Thibaut. Por ello sus oratorios siempre tendrán a Bach como referencia, pero nunca con afán historicista. Recordamos que cuando estrena La Pasión Según San Mateo, no lo hace al estilo tan en boga en el siglo XX de reconstrucción musicológica fiel, con instrumentos originales y recreando un sonido barroco. Ya lo podemos decir, Mendelssohn entra a saco en la partitura de Bach adaptándola al público berlinés de su época. Utilizará un piano y no un clave, los oboes d’amore o da caccia se sustituyen por clarinetes y suprime de un plumazo 10 arias, 4 recitativos y 6 corales. Cuando compone, y en parte por eso es un genio, no mira ni hacia atrás ni hacia delante. Su visión es siempre de 360 grados.

Volvamos a Elías. Hemos ya contado que Mendelssohn tiene la idea de este oratorio  desde muchos años antes. De hecho en sus lecturas bíblicas se tropieza, poco después del estreno del Paulus,  con un pasaje del Libro primero de los Reyes:

19:11 Él le dijo: Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová. Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto (…).

“Y he aquí Jehová que pasaba” o “Der Herr ging vorüber”, esta sencilla frase se le mete en la cabeza y la ve como el comienzo de un espléndido coral. Esta es la chispa que tanto estremece a Mendelssohn poco después del estreno del Paulus y que se convierte en la idea obsesiva de componer un Elías.

Mendelssohn escribirá un oratorio donde Dios no es un personaje, el típico bajo de noble e imponente voz. A veces aparece esta voz y también la de los ángeles, pero no es un personaje más. No será una narración a lo Bach, se parece más a una òpera versión de concierto con abundante uso del coro. Éste será, como en las óperas románticas, un personaje o grupo de ellos: ángeles o serafines, el pueblo, los sacerdotes de Baal… y Elías será un héroe típicamente romántico: Él solo contra el mundo, como Don Quijote. Como novedad dentro del nuevo marco estético romántico se ha señalado a veces el uso de leitmotifs a lo Wagner relacionados con acciones o estados de ánimo específicos que van apareciendo en la obra. Así, tendríamos el del “milagro”, el de la “orden”, el de la “sed”, el del “lamento”, el de la “llamada”, el de la “plegaria” y el de la “justa indignación”.

El libreto no sigue una línea contínua en la narración. Para ayudar a seguir la acción, la trocearemos arbitraria y artificialmente en varias secuencias.

1ª secuencia: El oratorio comienza con la “escena de la maldición”. Elías entona con una voz potentísima  el castigo reservado al pueblo hebreo por abandonar a su Dios. Sigue una especie de obertura que desemboca sin cadencia ni interrupción en el primer coro. Al principio, el oratorio no iba a tener obertura, luego se introduce esta página después de la primera intervención del profeta gracias al poder de persuasión de Bartholomew. Luego, el editor inglés presionó a Mendelssohn para que la obertura fuera un número independiente. Sin embargo, Mendelssohn ya no cede en esto.

En ese primer coro vemos los efectos de la maldición: el pueblo de Israel desesperado se queja de la sequía que le condena al hambre (N.1. Hilf, Herr! Hilf, Herr!). Suplica ser oído (N.2. Herr, höre unser gebet!) y el profeta Abdías en un recitativo y aria (N.3 y 4. So ihr mich von ganzen Herzen, und nicht eure Leider!) exhorta al pueblo hebreo a que desgarre sus vestiduras y se arrepienta de sus pecados pues el señor está furioso con él a causa de sus pecados.

En el siguiente coro (N.5. Aber der Herr sieht nicht.) de nuevo el pueblo se queja de que Dios se burla  y se queja amargamente de la maldición de Elías.

2ª secuencia: Un ángel se aparece a Elías y le ordena retirarse al arroyo de Kerith (probablemente sea el actual Wadi el-Kelt, cerca de Jericó) para seguir una dieta de ayuno a base de pan que le traerán unos cuervos (N.6. Elias! Gehe weg von hinnen und wende dich gen Morgen.).  Una vez seco el arroyo, el ángel vuelve a aparecerse y le envía esta vez a Sarepta (N.7. Nun auch der Bach vertrocknet ist, Elias.), pueblo costero de origen fenicio (Sarafand en la actualidad) y entonces frontera norte de Canaan. Allí Elías se hospeda en la humilde morada de una viuda que le pide que sane a su hijo que está enfermo y a las puertas de la muerte (N.8. Was hast du an mir getan, du Mann Gottes), sigue pues la emocionante escena de la viuda. El niño revive sano por la intervención del profeta y la madre se desahace en gratitudes. El coro cierra la escena felicitando a los que creen en Dios y le temen (N.9. Wohl dem, der den Herr fürchtet und auf seinen Wegen geht).

Secuencia 3ª. Tiene lugar una conversación realmente tormentosa entre Elías y el rey Acab (N.10. So war der Herr Zebaoth lebet). El rey acusa a Elías de ser la causa de los sufrimientos del pueblo. Elías se defiende acusando al rey, y de paso a sus súbditos, de haber abandonado el culto al verdadero Dios y haberle reemplazado por Baal. El pueblo clama poniéndose de parte del rey. Finalmente Elías los desafía a todos proponiendo una prueba para comprobar quién es el verdadero dios.

Los sacerdotes de Baal gritan convocándole (N.11: Baal erhöre uns!). Elías, se siente sarcástico y les anima a gritar más fuerte en su llamada (N.12. Rufet lauter!). Los sacerdotes insisten (Baal, erhöre uns, wache auf!). Elías vuelve a la carga y con la misma socarronería anima a gritar aún más alto (N.13: Rufet lauter! Er hört euch nicht!). Los sacerdotes se desgañitan, pero se empieza a ver un cierto desánimo. Cuando Elías lo cree oportuno manda acercarse al pueblo (Kommt her, alles Volk, kommt her zu mir!).

Elías pide a Yaveh que haga ver al pueblo desacarriado quien merece ser considerado Dios. (N.14. Herr Gott Abrahams, Isaaks und Israels lass heut’ kund werden, dass du Gott bist, und ich dein Knecht!) El Dios de Israel se hace presente con gran estruendo enviando un fuego que devora el altar del sacrificio. El pueblo está asombrado por el poder del Dios de Elías (N.16. Das feuer fiel herab!). Éste ordena apresar a los sacerdotes de Baal y los volubles súbditos enardecidos obedecen. En la versión inglesa, más fiel al texto bíbliico y menos políticamente correcto se dice que la orden incluye su muerte en masa por la espada. Elías compara la palabra de Dios con el fuego que acaban de ver (N.17. Ist nicht des Herrn Wort wie ein Feuer?). En los números siguientes (n.18 y 19) Abdías, Elías y el pueblo suplican un cambio de humor a su Dios y que le socorra. El número 19 acaba con la intervención del niño que va informando a Elías de la aparición de unas nubes en lontananza que auguran un cambio de tiempo favorable.

Efectivamente llueve y la gente agradece las aguas abundantes que tanta falta estaban haciendo (N.20. Dank sei dir Gott, du tränkest das durstge Land!). En la bellísima aria de soprano siguiente y que da comienzo a la segunda parte del oratorio, se ordena al pueblo oír al señor y seguir sus mandamientos (N21. Höre, Israel, höre des Herrn Stimme!). La voz consoladora del Dios de Israel se hace oír primero en esta voz soprano y luego en la más contundente del coro (N.22. Fürchte dich nicht, spricht uns er Gott)

Secuencia 4ª. Nuevo cara a cara entre Elías y Acab en presencia de la reina Jezabel que es la mala de la historia por ser la que trajo el culto a Baal de su Fenicia natal. Elías afea a Acab el provocar la desgracia el pueblo con sus iniquidades. La reina azuza a la masa recordándole que fue Elías quien profirió la maldición de la sequía por lo que debe ser señalado como el verdadero culpable de tanta penuria. El pueblo inconstante atestigua a favor de Jezabel. Ésta recuerda que fue Elías el que ordenó matar a todos los sacerdotes de Baal. Fanatizado, el gentío pide la muerte de Elías (N.24. Wehe ihm, er muss sterben!) y se propone capturarle.

Secuencia 5ª. Abdías pide a Elías que se encamine al desierto visto el panorama (N.25. Du Mann Gottes, lass meine Rede etwas vor dir gelten!) Elías responde que allá que se irá y pide a Abdías que permanezca él en esas tierras. En la siguiente aria, una de las más famosas, (N.26. Es ist genugt!) Elías muestra su desánimo por lo recalcitrante y empecinado en el error que es el pueblo hebreo.

En el desierto Elías no está solo, un tenor nos pide que observemos cómo está Elías rodeado de ángeles en aquellas soledades (N.27. Siehe, er schläft unter dam Wacholder in der Wüste). Tres ángeles se encargan de confirmar lo dicho (N.28. Hebe deine Augen auf zu den Bergen). El coro (se supone que de ángeles) nos recuerda que el Guardián de Israel no duerme nunca (N.29. Siehe der Hüter Israel schläft noch schlummert nicht).

Un ángel ordena despertar al profeta y le da instrucciones precisas de encaminarse al monte Horeb, la montaña de Dios (N.30. Stehe auf, Elias!) Elías se queja de la inutilidad de sus esfuerzos. El ángel le ordena callar pues en presencia de Dios no se habla y le manda tener esperanza y fé. El coro bendice a los que tienen fé (N.32. Wer bis an das Ende beharrt, der wird selig). Elías vuelve a pedir ayuda y el ángel vuelve a ordenar la marcha inmediata (N. 33. Herr, es wird Nacht um mich).

Secuencia 6ª. El relato cambia de tenor. Ya no se nos contará con detalle qué pasa con el pueblo de Israel. El coro ataca la frase que dio comienzo a todo esto por lo sonora y llena de significado que pareció en su dia a Mendelssohn: Der Herr ging vorüber (N.34) Cuando Dios pasa, todo tipo de cataclismos ocurren, pero Dios no está en estos cataclismos, está en un leve susurro que viene después y en ese momento de aparición los serafines le alaban (N.35. Seraphim standen über ihm).

Los serafines ordenan a Elías, mediante la intervención del coro, que vuelva a Israel pues no todos adoran a Baal. Hay siete mil que no han sucumbido a este culto pagano (N.36. Gehe wiederung hinab!). Elías sintiéndose fuerte quiere volver y se reafirma en el número siguiente (N.37. Ja, es sollen wohl Berge weichen).

En un espectacular coro se resumen los acontecimientos que siguen (N.38. Und der Prophet Elias brach hervor wie ein Feuer). El coro dice: el profeta Elías avanza como el fuego y su palabra quema como una antorcha, ha abatido a los reyes orgullosos. Luego Dios envía un carro de fuego para que Elías ascienda al cielo. Esta es la escena cumbre. Después en los números siguientes (N. 39, 40, 41 y 42) la acción se detiene y siguen un aria, un recitativo, un cuarteto y dos coros de alabanzas al Señor misericordioso dando explicaciones de porqué Elías fue enviado por Dios: Elías ha evitado el gran castigo divino. En el coro final (Alsdann wird euer licht hervorbrechen) hay una magnífica fuga con un canto final de alabanza que termina con el lógico Amen. Un final muy de oratorio, feliz, solemne y grandioso sin caer en efectismos.

Esta última gran obra de Mendelssohn no ha sufrido periodos de olvido, su luz no ha hecho sino crecer en brillo. Desde su estreno en Birmingham ha permanecido en el repertorio de muchas orquestas y ha ido ganando adeptos. En la ciudad de su estreno se la considera como algo propio y se programa periódicamente. De hecho, en todo el mundo anglosajón tiene el Elías, o mejor, el Elijah un éxito solo comparable al Mesías de Haendel. Es una obra muy querida por el público inglés. Puede comprobarse que la literatura sobre el tema es mucho más abundante en inglés y que los sites de Internet sobre la obra son muy mayoritariamente ingleses o americanos.

Al igual que el Mesías y que aquella celebrada recuperación de la Pasión según San Mateo, el Elías fue estrenado en una sala de conciertos y no en una iglesia. No forma parte de ninguna celebración religiosa. Es el nuevo espíritu romántico decimonónico. La obra se destina a un público aficionado más que a un público devoto. Pero al final, Mendelssohn, por su vena de creyente luterano, prefiere este tipo de obras a la ópera, que tan grande expansión tenía entonces. Por ello, también el público lógico para su estreno era el inglés, tan amante del oratorio.

Hay autores que opinan que nuestro héroe converso quería fomentar una reforma moral en el público en los tiempos que le tocaron vivir. Europa estaba al borde de la revolución de 1848 que por unos meses no vió. Pero esto son ya especulaciones algo aventuradas, aunque no están mal. Por lo que respecta a nosotros, esperemos que en el mundo de hoy haya aún siete mil justos que no hayan caído en la adoración del becerro de oro de estos años pasados para evitar drásticos castigos divinos que duran generaciones como los que tenía por norma este Yaveh bíblico. Leamos entre líneas, ¿qué nos lo impide? en este texto de Julius Schubring y música de Felix Mendelssohn Bartholdi, es música para tiempos de crisis.

Juan de Dios Tallo


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