Gesualdo, genio y figura, por Juan de Dios Tallo
Gesualdo, genio y figura
QUÉ ES
Se ha especulado mucho sobre la relación entre el “genio” (llamémosle así) y el trastorno mental. Quizá llama demasiado la atención el número de grandes artistas, dotados de una poderosa creatividad, que sufrieron en vida de depresiones, trastornos afectivos, esquizofrenias, psicosis variadas etc. ¿Es necesario padecer una cierta locura para ser un genio en arte, ciencia o política? Como veremos es una cuestión que nos llega de muy lejos. Algunos estudios estadísticos modernos insisten en que, si bien la demencia o el trastorno mental no parecen condición para el genio, si se dan en proporción especialmente significativa con respecto a la conocida como población normal.
Por otra parte y yéndonos al extremo, la literatura y la historia nos surte de personajes paradigmáticos que mezclan la excelencia o sensibilidad artística y el mal en mixtura que parece antinatural: El emperador Nerón, el Fantasma de la Ópera, el capitán Nemo, el nazi Heidrich y el madrigalista Carlo Gesualdo. Estos personajes, históricos o ficticios, siempre producen una fascinación especial. Es el viejo oxímoron del monstruo hermoso. ¿Puede la belleza surgir de la mente malvada?. Son casos extremos del lado oscuro que puede presentar el genio. ¿Qué relación hay entre el mal y la locura?.
QUÉ PASÓ
En Nápoles AD. 1624.
– Maestro, nos enseñas música de muchos compositores. Antes, entre nosotros, hablábamos de la música de Gesualdo. Nadie se ocupa de su obra. Se dice que son melodías de un demente, o peor, de un asesino. Cuando en una ciudad pasan los años y se sigue hablando de un crimen, es que debió ser muy sonado. Tú ya estabas en Nápoles entonces. Te ruego nos cuentes que pasó para que nadie quiera recordarle.
– ¡Ah! queridos, es una historia terrible y como tal la viví. Pero, ¿De verdad queréis remover todo aquello?
– Se dicen muchas cosas y creemos que no todas han de ser ciertas. ¿Era un gran artista? ¿Era un demonio?
– Desde luego que era un artista, quizá el mejor. Y, probablemente también un demonio, quizá el peor. Yo conocí su música antes y después de aquellos acontecimientos y os digo que en su música se destilan notas fruto de un tormento interior difícil de imaginar. Si tanto os interesa su historia aquí os la expondré. Tampoco ha pasado tanto tiempo y todo Nápoles se acuerda, aunque la historia ha sido muy exagerada en muchos aspectos. La gente gusta de adornar las historias de crímenes con detalles morbosos y, finalmente, como bien decís, la verdad queda disfrazada de mil maneras.
Habéis de saber que todo ocurrió en tiempos del recordado Virrey Juan de Zúñiga Avellaneda y Bazán que el Rey D. Felipe II tuvo a bien nombrar. El lugar exacto, el Palazzo Sangro di Sansevero que todos conocéis y que está a poca distancia de donde nos encontramos.
– Sí, maestro, en el Vico S. Doménico. Ese caserón tiene muy mala fama. Fue del mago alquimista Raimondo de Sangro.
– Veo que os situáis muy bien. El don Carlo Gesualdo que tanta curiosidad os produce, amigos míos, casó aquí en Nápoles, en la iglesia de san Domenico Maggiore junto al palacio que decíamos, en el año de Ntro. Sr. de mil seiscientos y ochenta y cinco con su prima hermana doña María d’Avalos, una bellísima dama napolitana. No se trató empero de un matrimonio por amor sino de un matrimonio político conforme a los intereses familiares según criterio paterno. Don Carlo era segundón, pero al morir su hermano mayor don Luis con sólo 21 años, Don Fabrizio Gesualdo decidió que era preciso casar bien al nuevo heredero. La boda fue fastuosa como correspondía a la alta alcurnia de los esposos y a todo el mundo le pareció que formaban una hermosa pareja.
Desde el primer momento, y durante algunos años, el matrimonio daba la impresión de armonía y felicidad conyugales. Dios les bendijo con un retoño. Un varón al que llamaron Enmanuele. Pero todos sabemos que una cosa es lo que se ve desde fuera y otra lo que realmente pasa en el interior de un hogar. Don Carlo se entregaba a sus pasiones de siempre: la música y la caza, y doña María empezaba a ser víctima del tedio y de la sensación de abandono.
Volvamos a la eterna pregunta, ¿la excelencia en creatividad está indefectiblemente unida a los trastornos emocionales? Es un hecho que las personas con gran creatividad, los artistas, presentan estos trastornos en una proporción diez veces superior a la población normal. Esto es un dato relevante sin duda. la investigación nos lleva a concluir que la creatividad y la depresión, por ejemplo, no están conectadas, pero sí lo están los estilos de pensamiento típicos del creativo y del depresivo. Ambos tienden a dar muchas vueltas a las cosas, a rumiar sus pensamientos. Esta coincidencia podría provocar que las personas creativas sean con frecuencia depresivas.
En este asunto siempre se vuelve la mirada a Aristóteles y su “Problemata XXX,1”. Ahí, el viejo estagirita se plantea lo siguiente: “¿Porqué todos los hombres que han sobresalido en la filosofía, la política, la poesía o las artes eran manifiestamente melancólicos, y algunos hasta el punto de padecer ataques causados por la bilis negra?”. Recordamos que Aristóteles creía en la teoría clásica hipocrática de los humores según la cual la salud corporal y mental dependía de un adecuado equilibrio de los líquidos o humores del cuerpo humano. Así la sangre, la bilis negra, la bilis amarilla y las flemas se deben equilibrar. Cuando uno de estos humores predomina produce un tipo particular de personalidad. Por eso hay gente flemática, sanguínea, melancólica o colérica. La melancolía nos conduce a la bilis negra (melas-negro y kholis-bilis). Como ejemplos de melancólicos geniales Aristóteles cita a Heracles y Belerofonte y no se olvida ni de Sócrates ni de su maestro Platón. El Filósofo considera la melancolía como una condición indispensable para el genio y, por tanto, una cualidad que debe apreciarse. Pero, cuidado, Aristóteles no se refiere a una melancolía patológica. Es sabido que en Aristóteles la virtud es siempre un punto medio entre dos excesos. Por ello, un alto grado de bilis negra nos hace en exceso melancólicos y esto nos aleja del genio, por el contrario, un nivel escaso nos acerca demasiado al hombre medio (mediocre).
La personalidad melancólica se caracteriza, según el Estagirita, por conductas irregulares que se asemejan a lo que modernamente hemos llamado trastornos maníaco depresivos o trastorno bipolar.
Siglos después el estoico Séneca desarrolla una frase suya que ha hecho fortuna: “Nullum magnum ingenium sine mixtura dementiae”. En el origen está el concepto de posesión, de rapto. El creador se ve poseído por las musas o por algún poderoso númen y de ahí surge la genialidad, el arte, la poesía, la música… Más que a un factor racional hay que apelar a una causa agente irracional y, por tanto, incomprensible e inefable. Es lo que Platón llamaba el “furor divino” u otros el “éxtasis dionisíaco”. En ese tiempo de griegos y romanos todavía no se relacionaba el “genio” con la locura como enfermedad mental sino como un estado transitorio, una especie de trance que era regalo de los dioses y donde, en ocasiones, intervenían ciertas sustancias. No hay posibilidad de relacionar la locura con el mal, no hay maldad en las musas. No estamos hablando de locos peligrosos en este contexto.
Es en la Edad Media cuando el rapto empieza a verse como algo directamente patológico, aunque los neoplatónicos renacentistas vuelven al concepto griego que hemos explicado.
En el siglo XVII aparece Robert Burton que en su obra “Anatomía de la melancolía” afirma que todos los poetas están locos. Así, sin medias tintas. El concepto moderno de “genio” es del siglo XVIII. Aparecen autores como Diderot que apunta a que lo que mueve al genio es “la pasión”, es decir otra vez el elemento irracional, ahora es cuando se da la posibilidad de que esta “pasión” tenga tintes malvados. Este concepto de “pasión” es recogido más tarde por el Sturm und Drang.
– Pues bien, habéis de saber, queridos amigos, que sucedió que en una fiesta en el palacio del Virrey coincidieron en un rincón la bella doña Maria y el gallardo don Fabrizio Carafa, flamante duque de Andria por haber comprado este título a los descendientes del Gran Capitán.
La impresión que se causan recíprocamente es muy fuerte, digamos que se enamoran casi al instante. La aventura que se sigue empieza por una inocente excusa de doña María. Aduce una promesa hecha que le obliga a presenciar devotamente unas procesiones de Semana Santa en cierto lugar. Ya en su carruaje por la Via Chiaia se queja de unos dolores muy fuertes en el vientre y, para socorrerla, los sirvientes la llevan a una finca cercana propiedad de don García de Toledo. En el jardín guarnecido de naranjos la esperaba el duque en secreto. Se convierten en amantes y, como suele suceder, tras otros encuentros furtivos, pronto van relajando la discreción indispensable en estos casos, pues fortísima era la pasión que los arrastraba. . Durante dos años fueron la comidilla de Napóles, pero don Carlo, con tanta caza y tanta entrega a la música, permaneció en la inopia.
– ¿Es cierto que todo lo precipitó un tío de don Carlo?
– ¿Cómo sabes eso?. Pues sí, lo es. Don Giulio Gesualdo marido de Laura Caracciolo, en la creencia de unas necesidades concupiscentes de la mujer de su sobrino que…
– Maestro, según mi padre, eran tremendas. El primer marido de esta señora murió al poco de casarse con ella por tener que dedicarse en exceso a sus deberes maritales.
– Otra vez con las hablillas de la gente. Las mujeres guapas siempre cargan con este tipo de famas. Pero hay que reconocer que tras tres años escasos de casado don Federigo Carafa muere. También es verdad que su segundo marido don Alfonso Gioeni le dura sólo dos más que el primero.
– Veintincinco años, temperamental y guapa. No me extraña esa reputación con dos maridos muertos. Como el segundo le dura más parecería que la señora ya se iba relajando un poco.
– No digas sandeces, en qué hora se me ocurriría a mí sacar aquí ahora al pobre marqués de Giulianova. Amigos, vuelvo al tío don Giulio.
Comenzó a asediarla. Primero abordándola con proposiciones que siempre quedaban frustradas, siguieron súplicas y regalos… Su enamoramiento se convirtió en un deseo febril y comenzó a seguir y espiar a doña María. En una de esas, descubre la relación con el de Andria y le entran las prisas por denunciar esos amores culpables a su sobrino en un ataque de rencor vengativo.
– Se dice que don Carlo no mostró emociones en un principio. Que maquinó un plan frío de venganza.
– Así parece, él mismo comenzó sus propias indagaciones. Los amantes, a pesar de la aparente inacción de don Carlo, llegaron a albergar sospechas de que habían sido descubiertos. Por prudencia, el duque quiso terminar con estos encuentros, pero doña María se negó rotundamente. Finalmente deciden asumir todo riesgo y continuar con un amor más fuerte que el miedo a morir.
En el romanticismo del XIX vuelve el concepto de “posesión”, pero no por elementos divinos o sobrenaturales sino por otros perfectamente naturales: La pasión que degenera en locura. El genio loco es un producto típico de esta época. El genio tendrá un lado oscuro que atemoriza y que su expresión más literaria es el doctor Frankenstein.
La psiquiatría y naciente psicología del XIX se ceba en este asunto. Diversos autores empiezan a publicar biografías de personajes notables de la historia relacionando sus logros con la neurosis, la epilepsia, etc. De entre la lista de personajes notables llama la atención el alto número de músicos donde Gesualdo tendrá un lugar preeminente. De todas formas el más estudiado es Vincent van Gogh con casi cien publicaciones hasta la fecha en donde se le atribuyen toda clase de trastornos. Sirva esto de ejemplo para denunciar la poca seriedad que tienen muchas de estas publicaciones. Hoy en día, se trata este asunto con más prudencia. De hecho, hay autores que, por ejemplo, señalan necesarias interferencias entre creatividad y neurosis . Como Sylvia Plath nos recordaba, “Cuando estás loco, estás demasiado ocupado estando loco todo el tiempo.”
Sin embargo, queda por explicar la estadística que mencionábamos al principio. Para dar algún tipo de explicación, autores contemporáneos apuntan también al estilo de vida del creativo que con frecuencia no es el más apropiado para tener una vida emocionalmente estable, lo cual puede fomentar trastornos incipientes. Y, como añaden otros, muchos genios han sido desgraciados, incomprendidos, pobres, o no han podido mantener relaciones afectivas por una dedicación muy intensa a su arte. Todos han encontrado refugio en la creación, sobre todo porque ésta produce una satisfacción tan potente que es difícil encontrarla ni parecida en otros ámbitos de la vida. Pero todo tiene un precio, la misma sensibilidad extrema que permite esa gran satisfacción hace a estas personas más vulnerables a la frustración y, en definitiva, al sufrimiento.
A pesar de todo, es difícil escapar a la tentación de las hipótesis aventuradas. La ciencia debería enseñarnos el camino de la prudencia y, sin embargo, encontramos todavía aquí y allá artículos que aseguran muy alegremente que tal o cual científico o músico sufría este o aquel trastorno. Por ejemplo, desde que apareció el síndrome de Asperger se lo han atribuido a Mozart, a Beethoven, a Newton o incluso Einstein. Olvidamos que es un cuadro difícil de diagnosticar, máxime cuando el paciente lleva muerto décadas o siglos.
CASO DADD: Dadd (1817- 1886) Pintor inglés del siglo XIX que mostró ya de pequeño grandes aptitudes para la pintura. Sufría pesadillas y visiones demoníacas que acabaron por convertirse en un cuadro esquizofrénico. En Roma confunde a una dama inglesa con el diablo, al que vuelve a ver en París disfrazado de cura. Va sintiendo una fuerte animadversión hacia su propio padre al que acaba asesinando a puñaladas pensando que no hacía otra cosa que cumplir órdenes inapelables del mismísimo Osiris.
– Consumido por la certeza de la traición. Don Carlo urde un plan de venganza que se ha de consumar la fatídica anochecida del 16 de octubre de 1590. Se finge organizar una partida de caza y se dan las órdenes oportunas para la organización de semejante evento que había de durar varias jornadas. Doña María va a quedar sola como tantas veces y ve el cielo abierto para un encuentro amoroso con su amante. Cena sola y se retira a su cuarto. Sobre las diez de la noche llama a su camarera Silvia Albana para que le prepare una bata y un pañuelo para asomarse a la ventana pues dice que ha oído un silbido del Duque de Andria. Le pide que vele para más seguridad.
Ya avanzada la madrugada, llama de nuevo a la camarera para cambiar la bata ya sudada por un camisón con cuello y puños de seda negra bordada. Después, Silvia coloca un candelabro sobre una mesilla y se dirige a su aposento. Se echa en la cama y se dispone a leer un libro para no dormirse.
– Maestro, ¿Cómo sabes tanto detalle?.
– Fíate de lo que te cuenta tu maestro. Lo que yo te diga es la verdad y si te cuesta creerlo te digo que lo reflejado en los informes oficiales es más o menos lo que yo afirmo.
– Perdona maestro, ¿Qué pasó después?
– Silvia oyó un gran estruendo y con gran miedo se levanta y se tropieza con tres hombres, armados de espadas y alabardas. Suben hacia la pieza donde está su dueña. Todo es muy rápido, oye dos disparos y gritos. Don Carlo, que viene seguido de su fiel Bardotti siguen a esos hombres. Oye como le ordena “asegurar que no escape la camarera cómplice”. Bardotti aferra por el brazo a la desventurada Silvia. Don Carlo entra en la habitación de doña María y Silvia, despavorida pero alerta, aprovecha que Bardotti la suelta al pasar una antorcha a don Carlo para correr a la habitación del niño. Allí está Laura Scala, la ama de cría, que la apremia a esconderse debajo de la cama. Cuando don Carlo entra en su busca, la nodriza le espeta valientemente “¡Por Dios, no hagan ruido que van a despertar al niño!”
Por fin, Don Carlo y sus matones se van y, cuando Silvia deja de oir ruido, sale de su escondite, Bardotti le dice que no tema, que el señor ya se ha marchado. Cuando le pregunta qué ha sido de su señora, Bardotti le responde que los dos están muertos. La doncella no se atreve a entrar en el cuarto de doña María hasta la mañana siguiente en que entra acompañada de otras doncellas y damas, entre ellas doña María Gesualdo, tía de don Carlo. Es espectáculo es, ¿cómo os diría?, espeluznante, aterrador.
En la cama estaba desnuda doña María con un corte profundo en la garganta, y heridas en la cabeza, el vientre y por todo el cuerpo. El duque yacía cubierto de sangre junto a la puerta, estaba vestido con el camisón de doña María, le habían arcabuceado en el pecho y en la cabeza y tenía múltiples puñaladas.
– ¡Virgen Santísima! No es cierto que expuso los cadáveres en la escalera para que todo Nápoles los viera.
– Es cierto que se dijo y que mucha gente lo creyó andando el tiempo, incluso se llegó a decir que un fraile violó el cadáver de la dama. Pero yo te digo que ese espectáculo no lo pudo ver nadie porque no ocurrió. La justicia llegó a la mañana siguiente y vio lo que yo os he dicho. Levantó acta de la escena del crimen y tomó declaración a Silvia y Bardotti. Laura la nodriza huyó esa noche y no se supo más de ella.
– Mi padre conoció a ese Bardotti, era de su pueblo. Era de los Maliziali, se llamaba Pietro creo, aunque todos le conocían por Bardotti. Creo que salió con bien de todo este turbio asunto.
– Es cierto. Fue hábil en su relato a la justicia y quedó exculpado. Don Carlo tuvo que ausentarse de Nápoles por mucho tiempo. En parte por miedo a la justicia y, en parte, porque tanta saña clamaba venganza de los Andria y de los Ávalos. Su presencia en Nápoles hubiera supuesto una provocación y una afrenta a mucha gente ilustre.
Pero en fin, el bueno de Bardotti, o Pietro o como se llame, se asustó al ver llegar a los alguaciles y les entregó una llave de la casa que, según les dijo, estaba en poder del duque en el momento de su muerte. Sostuvo que don Carlo estaba en casa esa noche y que sobre las nueve de la noche, una vez cenado se fue a la cama tras despedirse de su servidor Pietro de Vicario, del padre Alessandro Abruzzese y de un músico. Con esto intentó que la sospecha de premeditación se alejara. Pero lo cierto es que consta que hacia media noche lo llama su señor y cuando Bardotti le pregunta si se va ya de caza. Le responde ¡Ya verás de qué clase de caza se trata!.
Le ordena seguirle, le entrega una espada y él mismo se arma de daga y arcabuz. Cuando salen de la estancia, Bardotti ve que ya están subiendo por la escalera camino de la habitación de doña María los criados Pietro de Vicario, Ascanio Lama y el palafrenero Francesco de Filippi. Armados hasta los dientes, se tropiezan con la asustada camarera Silvia Albana y entran con estruendo en el dormitorio de doña María. Desde el umbral de la puerta don Carlo asiste al crimen. Parece ser que quiso asegurarse de las muertes entrando en la habitación y asestando unas puñaladas a lo que ya no eran probablemente sino cadáveres.
Tampoco encontró castigo don Carlo. No hay punición posible para un hombre principal que es pariente de nobles, cardenales y papas.
– Pero maestro, se dice que Dios le castigó cruelmente con una locura que le atormentó de por vida.
– Cierto. Pero no sabemos si la locura no era una maldición previa al crimen o un resultado del remordimiento. Don Carlo ya no nos lo puede contar.
Amigos, ya sabéis la historia. Al final, os digo que a pesar de lo que os he contado, no hay maldad en su música. Sólo hay tormento, dejadla estar.
– Con tanto detalle como conoces, ¿cómo no sabes qué músico acompañaba a don Carlo en su casa la noche del crimen?. ¿No serías tú mismo acaso?
– Amigos, Por hoy ya basta de preguntas. Alcánzame ese laúd…
CASO ROTT: Hans Rott (1858-1884) escribió una genial sinfonía descubierta a finales de los años ochenta por un musicólogo llamado Paul Banks. Rott fue compañero de piso de Mahler en su juventud. La genialidad de su Sinfonía en mi mayor impresionó grandemente al joven Mahler. Sufrió siempre de alteraciones nerviosas y crisis psicóticas, agravadas por un sentimiento de incomprensión y amargura. En octubre de 1880, el mismo año que escribió la sinfonía, viajando en tren de Mulhausen a Viena, Rott atacó a un viajero que empezaba a fumar un puro y, a punta de pistola, hizo detener el tren argumentando que Brahms lo había minado con dinamita. Hoy día se tiene a su sinfonía por una obra de raro valor.
Si nos centramos en el caso Gesualdo, la pregunta vuelve una y otra vez: ¿Carlo Gesualdo estaba loco? ¿era un psicópata peligroso?, ¿qué conductas podríamos repasar para formarnos una idea de su personalidad? que, sin duda, era extraordinariamente compleja.
Sin salirnos de una deseable prudencia y sin querer aventurar ningún diagnóstico, hay varias cuestiones que permiten aventurar alguna hipótesis provisional. Por ejemplo, todo parece indicar que su padre fue violento con su mujer y con el propio Carlo niño. Éste no pudo encontrar refugio en su madre y los abusos sufridos debieron dejar una huella profunda en su psique. Sabemos que niños maltratados se convierten frecuentemente en padres maltratadores. No hay sin embargo evidencias de maltrato hacia sus propios hijos. Su dedicación a la caza y la música probablemente no le dejara mucho espacio para una relación paternal medianamente normal. El que matara cruelmente a su hijo, por creerlo vástago del duque de Andria, es una leyenda que no se sostiene históricamente. Sí que es cierto que su segunda mujer Leonora d’Este sufrió maltratos de todo tipo por su parte, lo que la llevaba a ausentarse del castillo de Gesualdo frecuentemente con múltiples excusas.
Otro problema debió atormentarlo. El cronista Spaccini escribe en su diario de 21 de septiembre de 1613, que Don Carlo jamás se acostaba si no tenía a alguien abrazándolo por detrás para mantener su espalda caliente, para ello un tal Castelvietro de Módena dormía siempre con él cuando Leonora d’Este debía ausentarse. Esto podría señalar una homosexualidad asumida o no.
Otras crónicas señalan que Gesualdo no podía evacuar sin ser previamente azotado y que encontraba placer entregándose a prácticas sadomasoquistas con grupos de chicos jóvenes hasta tres veces al día. De hecho no se sabe si en 1613 murió de asma, o de las infecciones producidas por tanta flagelación.
El profesor israelí Shlomo Giora Shoham cree ver un agujero negro en la psique de Gesualdo creado por la falta de amor en su niñez y que intentaría llenar a toda costa. Buscaría entonces un amor sumiso, pasivo, con una entrega absolutamente completa. Pero este objetivo o síndrome de Sísifo, según Shoham, es siempre imposible, por lo que el amante atormentado por su fracaso hace de todo para sojuzgar, manipular, oprimir y tiranizar el objeto de su amor o de su pasión sexual. Finalmente, se puede dar el crimen pasional en casos extremos. Esto se confirmaría por el trato dado a las dos esposas.
Hay un acuerdo bastante general en dar una relevancia primordial al asesinato de su mujer junto a su amante. Hay un acuerdo bastante general en que el remordimiento es causa directa de una tortura mental que le acompaña de por vida. Las famosas audacias cromáticas de sus madrigales, especialmente de sus dos últimos libros (aunque no sólo) y de sus obras religiosas se tienen por recurso musical buscado y encontrado por Gesualdo para expresar su alma atormentada. Poca gente pudo entonces comprender su música. Quizá el Tasso, que era muy amigo suyo y que también sufría de serios trastornos mentales.
CASO TASSO: Torquato Tasso (1544-1595) el gran poeta italiano del siglo XVI empezó a los treinta y pocos años a sufrir episodios de una posible esquizofrenia que pudo acabar de desencadenarse tras un asalto que sufrió en Ferrara. En estos episodios, que fueron agravándose con el tiempo, se sumía en una profunda melancolía, a veces tenía ataques paranoicos que podían acabar en grandes explosiones de ira. En una ocasión atacó a un criado con un cuchillo. Llegó a creerse un peligroso hereje y se autodenunció al Santo Oficio. De resultas pasó varios años recluido, no en un presidio, sino en un asilo para orates donde fue visitado por Montaigne.
QUIÉN ES
Don Carlo Gesualdo, Conde de Conza y Príncipe de Venossa fue un compositor italiano que compuso madrigales y piezas sacras de gran interés y de gran atrevimiento estilístico usando armonías y cromatismos insólitos que, con el tiempo, han interesado sobremanera a no pocos autores y estudiosos, tras un olvido de siglos.
Nace en el seno de una familia adinerada y noble del reino de Nápoles en 1560 (aprox., no hay constancia exacta de la fecha) . De hecho, una de las más adineradas, nobles y poderosas. Era sobrino de San Carlos Borromeo, y sobrino nieto del Papa Pío IV.
Poco se sabe de su niñez. Pronto estudia música y en esta disciplina muestra grandes habilidades. Su padre era un notorio mecenas de las artes. Era un raro aristócrata pues tenía gran sabiduría en la administración de sus bienes y tierras. Mantenía un cenáculo musical en el que eran frecuentes músicos de gran talla como el organista y virtuoso del laúd y arpa Giandomenico Montella, el cembalista Scipione Stella, el violista Antonio Grifone, sin olvidar a los guitarristas y cembalistas Fabrizio Gazzella, Rocco Rodio, Scipione Dentice y Fabrizio Filomarino. El mismo Carlo Gesualdo tiene la oportunidad de tratarse y formarse con los grandes maestros que frecuentaban su casa como Pomponio Nenna, Giovanni de Macque, Scipione Dentice, el citado Scipione Stella, Scipione Lacorcia, Romano Micheli, Ascanio Mayone y Ettore de la Marra.
Estudia tecla y laúd y componía escribiendo todo en unos grandes cuadernos que llevaba a todas partes. Su primera etapa como músico y compositor es casi totalmente privada. Sólo publica algo en obras colectivas. Tras los desgraciados acontecimientos de 1590 se refugia en su castillo de Gesualdo donde se dedica prácticamente a componer, apartado del mundo.
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A principios de 1594 sale de su encierro camino de Ferrara, entonces una gran capital de la música, y comienza a dar a conocer su obra. En una primera etapa del viaje, llegado a Roma, trata a Cavalieri y más adelante al noble y diletante músico don Alfonso Fontanelli que le acompaña en el último tramo del viaje a Ferrara. A éste le muestra sus dos primeros libros de madrigales. En Ferrara siente especial interés por conocer a Luzzasco Luzzaschi, conocido hoy, entre otras cosas, por ser el maestro de Frescobaldi. Publica los mencionados primeros libros de madrigales. Al año siguiente el tercero y un año más tarde en 1596 aparece el cuarto. Allí, como se ve, su actividad musical es frenética y comienza su amistad y colaboración con el poeta Torquato Tasso. Sin embargo decide volver a casa con su nueva esposa y se instala de nuevo en Gesualdo organizando una capilla musical al modo de Ferrara. Allí su estado mental sufre constantes vaivenes. Vivía como hombre atormentado, con una devoción religiosa fanática. En 1603 publica sus Sacrae Cantiones para cinco voces. En 1611 publica sus libros de madrigales más audaces desde el punto de vista armónico, tanto que se les supuso obra de un loco, son el quinto y el sexto que, según asegura el autor, se compusieron quince años antes, pero que había preservado durante todo ese tiempo de la publicación por miedo al plagio. En el sexto libro se encuentra su obra maestra según muchos estudiosos Moro, lasso, il mio duolo.
También en ese año se publican las Tenebrae Responsories para Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado Santo a seis voces.
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Su música presenta un carácter extraordinariamente expresivo debido a un tratamiento revolucionario e inaudito, por aquel entonces, de la armonía. Parece que en Ferrara se interesó por la Seconda Prattica que es el paso a los nuevos parámetros barrocos que seguirá Monteverdi, pero si compuso algo, como así parece, para un grupo de cantantes femeninas de Ferrara, el llamado Concerto delle Donne, no nos ha llegado.
Sea como fuere, su desahogada posición y su carácter poco sociable le hacen dedicarse a la música de un modo absolutamente personal sin importarse de modas o presiones de ningún tipo. Sus contemporáneos encontraron su obra extraña y de muy difícil ejecución, por lo que pronto pasó al más absoluto olvido. Se cita, de todos modos, a algunos autores que escribieron madrigales según el modelo de Gesualdo, entre ellos estarían Sigismondo d’India, Antonio Cifra, Michelangelo Rossi, Giovanni de Macque, Scipione Dentice y Girolamo Frescobaldi.
Muere en Gesualdo en extrañas circunstancias en 1613. No se sabe si de asma, si de infecciones o incluso si por un complot secreto orquestado desde el Vaticano.
Su obra permanece aletargada hasta que en 1924 algunos discípulos de Zoltan Kodaly de la Academia de Música de Budapest le entregan algunos madrigales de Gesualdo para su examen. El maestro queda muy impresionado por ellos. Al año siguiente Tibor Serly, alumno suyo y de Bela Bartok se encarga de hacer unas transcripciones para orquesta de cuerda. Se tiene a estas transcripciones como el inicio del renacimiento de la música de Gesualdo en el siglo veinte.
En el festival de Venecia del año 1960, Stravinsky estrena su ballet “Monumentum pro Gesualdo” donde arregla para orquesta varios de sus madrigales a cinco voces: “Asciugate i belgli occhi”, “Ma tu, cagion di quella”, ambos del Libro V y “Belta poi che t’assenti” del LibroVI. La admiración de Stravinsky por nuestro autor es enorme, llega a peregrinar a Gesualdo para conocer donde nació y vivió este genio.
En los últimos veinte años se han estrenado cuatro óperas sobre Carlo Gesualdo da Venossa, aparte de múltiples obras musicales sinfónicas, de cámara o jazz, una película de Herzog y otra de Bertolucci y se han publicado novelas y ensayos sobre su música y su trágica peripecia.
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