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“Requiem de guerra” de Britten en el Auditorio de Valladolid, por Chema Morate

Publicado por el 06 March 2013 Sin Comentarios

La labor de un coro inglés dentro de un espectáculo:

“Requiem de guerra” de Britten en el Auditorio de Valladolid 

Suzanne Bernhard, soprano; Ian Bostridge, tenor; Hanno Müller-Brachmann, bajo; Huddersfield Choral Society, Joseph Cullen, Director; Escolanía de Segovia, Mª Luisa Martín Antón, Directora; Orquesta Sinfónica de Castilla y León, sinfónica y de cámara; Jesús López Cobos, Director.

Gracias y enhorabuena al staff gerencial de la O.S.CyL. por, en tiempos tan duros para las economías culturales, haber superado con brillantez el reto que supone montar un concierto de estas características: necesidad de ampliar la plantilla orquestal, dos coros excelentes, tres solistas de altísimo nivel y un maestro del nivel intelectual y musical como el del toresano Jesús López Cobos, capaz de dar sentido a una interesante partitura, (verdadero grito contra la barbarie que supone todo conflicto bélico, sean cuales sean sus justificaciones, como fracaso de cuanto de noble debiera tener la condición humana); hacer partícipe del mismo a los intérpretes, y comunicar esas sensaciones a un público que llenó los dos días, un aforo de 1700 localidades. Los textos incluyen la Missa pro defunctis y poemas de Wilfred Owen en inglés, soldado muerto y condecorado en la I Gran Guerra, que Britten intercala entre las partes de la Misa, como crítica a la inutilidad real de tanta muerte como volvió a suponer la II, de la que surgió este encargo para la inauguración de la nueva Catedral de San Miguel de Coventry el 30/05/1962, junto a los restos de la original arrasada junto con la ciudad, en salvaje bombardeo de la Luftwaffe la noche de 14/11/1940.

El orgánico, con relación al espectador, se dispuso de la siguiente manera:

– A la izquierda y a mitad de fondo, orquesta de cámara con quinteto de cuerda, arpa, flauta, oboe, clarinete, fagot, trompa y timbales; y a su derecha el dúo masculino. Cantan los poemas y son, por tanto, la voz de las bajas sufridas (580 enterrados más desaparecidos).

– El fondo para el coro mixto (80 cantores en 4 filas) y el resto del espacio para la orquesta con 45 cuerdas, piano, órgano, percusiones y demás familias ampliadas; la soprano en el centro derecha. Llevan la Liturgia: oración, temor y esperanza.

– En el exterior, en el pasillo entre las abiertas puertas de la sala y las del vestíbulo, la escolanía (39 cantores) con su Directora al frente en solitario, guiada por un monitor que le daba sonido e imagen; están en el espacio sideral, llevan la oración al Señor, liberan de las penas, recuerdan la promesa salvadora, conducen al Paraíso y traen la Paz eterna.

Este guión escénico-musical se desarrolla en 90 minutos, que envuelven de inicio a fin una pena inmensa en el recuerdo, terror a la muerte y sus consecuencias en el acá y el allá, lástima por la crueldad de tanta muerte inútl, escepticismo ante la capacidad de liberación, súplica de salvación y esa luz perpetua que ha de brillar en el descanso final; y todo con una música hermosa de construcción y sonido, emotiva o terrible, pero siempre humana y realista. Y todo ello servido con precisión, buen gusto, conocimiento del estilo y del mensaje, por un maestro de talla y saber, Jesús López Cobos, que desmintió el eructo verbal de Monsieur Mortier de la mejor manera:  demostrando cómo se trabaja una Orquesta, cuidando el sonido de la cuerda para hacerlo dúctil y grato, afirmando las maderas en provecho de su musicalidad, haciendo nobles los metales y expresivas las percusiones, es decir, creando música; exprimiendo a las cabeceras en el grupo de cámara: cómo sonaron el cuarteto de cuerda y la trompa con el barítono en el None, said the other o clarinete y fagot en el dúo So Abraham rose o expresivo el timbal en Be slowly lifted up. Cómo apianaron todos sin perder tensión ni afinación, cómo acompañaron al coro y con qué brillo sonaron en el final del coro con soprano del Libera me. Y qué cercanía a los cantores,  obteniendo cualquier acento o matiz que solicitó, sin crispación ni saltos ni alharacas superfluas sólo encubridoras de carencias técnicas, textuales o sensibles. Y citemos ya el excelente papel de la Escolanía de Segovia y su Directora quienes, en difícil colocación, cumplieron a la perfección su angélico papel con unidad, buen gusto, línea y afinación, concertando bien el número final y destacando sus voces graves en Domine Jesu Christe.

Los solistas estuvieron soberbios. Además, como ocurriera en el estreno, compitieron las naciones implicadas en la destrucción conmemorada. El tenor londinense Ian Bostridge, auténtico especialista en la obra, mostró un fraseo exquisito, íntimo y cálido, de aparente facilidad; su ataque en One ever hangs fue impactante como nítida su zona de paso; y toda una lección sobre cómo decir cantando su It seems  that out of battle I escaped, colocando y coloreando cada sílaba de manera emocionante. Hanno Müller-Brachmann, de la Alemania del Sur, lució un delicado timbre de barítono-bajo de amplia tesitura y línea expresiva, espléndido en Be slowly lifted up, trágico y hondo en After the blast of lighning y empastado en los dúos con Bostridge: hermoso When lo!, and angel called him out of heaven, y mucha intención en Out there, we’ve walked quite friendly up to Death. Y la muniquesa Suzanne Bernhard, soprano con poder a quien le corre mucho la voz, emitida con limpieza, emotividad, grato timbre y capacidad dinámica, como en su Lacrimosa o Benedictus, amboscon el coro.

Y vamos con el Huddersfield Choral Society, que acaba de celebrar el pasado año su 175 aniversario, amateur, de amplio repertorio sinfónico-coral (alberga hasta 200 cantores), dirigida por Joseph Cullen quien, a parte de Prof. en el Real Conservatorio de Escocia y en la Facultad de Música de la Universidad de Cambridge, es cantor en el grupo vocal “Tenebrae”, lo que acredita su capacidad teórica y práctica. El conjunto presentado es muy maduro, por lo que los timbres de las voces agudas eran un puntín ácidos en algún agudo (sorprendentemente para lo usual, las más jóvenes estaban en las altos), pero su técnica de canto es extraordinaria. Ya fue conmovedor el pianísimo inicio del Requiem exigido a todos por López Cobos, enseñando sus cartas de inicio, para que a capella hicieran un afinado e interiorizado Kyrie; acentos, fraseo y dinámica en Dies irae, bonito legato de altos y gran flexibilidad y homogeneidad en las féminas para Recordare Iesu pie; a tempo, sin grito y empastado su 2º Dies irae y sólido acompañamiento en piano a la soprano, sorprendiendo el limpio ataque pianísimo de Pie Jesu Domine, la jugosidad de la fuga Quam olim Abrahae, la gozosa llamada del Sanctus y el benéfico y recogido Requiescant in pace, que descargó toda la carga emocional surgida de una obra monumental, servida con fantásticos mimbres, como este coro,  que la mantendrán en el recuerdo de los vallisoletanos para siempre.

Chema Morate

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